Cansada de la audiencia y de interpretar el papel principal en un drama que ella no había escrito, Paula lo miró.
–No prometo quedarme semanas. Pero me quedaré el tiempo suficiente para que me enseñes qué abre esta llave. Entonces decidiré.
Sus palabras fueron recibidas por murmullos de aprobación de la gente. Paula se sintió atrapada.
–No te hagas ideas. No es para siempre. Es...
–Para salir de este infierno –farfulló él por lo bajo, con una sonrisa de agradecimiento.
Agarró su maleta y la fascinada multitud se separó para abrirles paso. Mientras iban hacia la puerta, empezaron a oírse aplausos a su espalda.
–¿Te aplauden a tí o a mí? –preguntó Pedro, poniendo los ojos en blanco.
–Probablemente aplauden tus pectorales. Llevas exhibiéndolos diez minutos.
Él bajó la vista hacia la camisa abierta, pero abotonarla habría implicado soltar la mano de ella o la maleta y no quería hacer ni una cosa ni la otra.
–Tengo una excelente entrenadora personal.
–¿Qué ha pasado ahí? –preguntó Paula atónita, al ver el deportivo ante el edificio, estacionado en un ángulo de lo más extraño.
–Puede que me fallara la concentración.
–Eso parece –lo observó meter la maleta en el maletero. La llave le pesaba en la mano–. ¿Vamos a volver a la villa?
Temía haber tomado la decisión equivocada. ¿Cómo podía cambiar su relación una llave oxidada? ¿Habría sido mejor subir a ese avión?
–Si volvemos a la villa, mi bien intencionada familia se echará sobre nosotros. El resto de nuestra conversación tendrá lugar sin audiencia.
–¿Adónde vamos?
–Es una sorpresa.
–No me gustan las sorpresas –Paula subió al coche–. ¿No crees que sería mejor ir antes a casa y cambiarte? ¿Hacer algo de equipaje?
–No.
–Llevas medio esmoquin. Estás ridículo –pero lo cierto era que estaba increíblemente sexy. Incluso medio vestido había captado la atención de todas las mujeres del aeropuerto. Era injusto.
–¿Te importa lo que lleve puesto? –preguntó él, arrancando el coche y mirándola a los ojos.Incluso allí, rodeados de coches, la química entre ellos era innegable.
Ella sintió la electricidad del ambiente. Miró su pecho y luego sus ojos.
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