miércoles, 6 de septiembre de 2017

Dame Otra Oportunidad: Capítulo 13

Exhausta  por el  bombardeo emocional,  Paula se preguntó si  sobreviviría a una velada entera cerca de Pedro. Hacía tanto tiempo que no lo veía que se sentía como una adicta con síndrome de abstinencia. Lo oyó reír y giró la cabeza para mirarlo. Nunca había reído tanto como cuando estaba con  él.  La vida le  había parecido  liviana y esperanzadora.  En  ese momento reía con otra mujer. Y era muy bella. Su  forma de comunicarse  sugería  una  intimidad que  iba  más  allá  de  la  mera amistad. En ese momento, una de las primitas  corrió  hacia  él  y  tocó  su  pierna.  Con  una  sonrisa,  Pedro la  alzó  en  brazos, otorgándole  atención  plena. A  juzgar por la expresión de la niña, le dijo algo divertido.Ver su interacción con la niña desató todo lo que guardaba en su interior. Se dió la vuelta, preguntándose si alguien lo notaría si se marchaba. Estuviera  donde  estuviera,  era  consciente  de  él.  Lo percibía  hasta  de  espaldas. La sensación invadía su mente y le impedía concentrarse. Anhelaba mirarlo.  Por una vez,  agradecía  que  la  multitud  y  las  normas  sociales  le  impidieran correr a su lado y deshacer cuanto había hecho.

–Deberías  comer  algo  –pedro apareció  a  su  lado  e  hizo  un  gesto  a  una camarera que circulaba con una bandeja de canapés.

–No tengo hambre.

–A no ser que pretendas llamar la atención,  te sugiero qu  comas  –Pedro tomó  un  trozo  de pollo de la bandeja–.  Está  marinado  en  zumo  de  limón y hierbas. Tu bocado favorito.

Ella se preguntó  si  estaba  conjurando  a  propósito  el  recuerdo  de  la  noche que habían asaltado la cocina como niños y bajado a la playa. Ese decadente picnic a la luz de la luna era uno de sus recuerdos más felices. Tenía la sensación de estar a punto de ahogarse de pena. Aceptó el  pollo porque  le pareció más  fácil  que  discutir.  Consiguió  masticar  y  tragar,  aunque  él  la  observaba  con  esos  ojos  oscuros  y  aterciopelados  que  veían  demasiado.

Dejó de mirar la  curva cínica  de  su  boca,  inquieta  por  el  impulso  que sentía. Estaban tan cerca que no le costaría nada besar sus labios. Se fundiría con  él,  que  enredaría  los  dedos  en  su  cabello  y  devoraría  su  boca  con  una  destreza enloquecedora. Nadie besaba como Pedro. Tenía un conocimiento innato  de  lo  que  necesitaba  una  mujer,  y  su  repertorio  iba  de  ardiente  y  descontrolado a lento y sensual. El  aroma  del  mar  se  mezclaba  con  el  dulce  perfume  de  las  flores  mediterráneas, y a su alrededor se oía el tintineo de las copas y el zumbido de las  conversaciones.  Aunque  la  terraza  estaba  llena  de  gente,  el  mundo  se  limitaba a ellos dos.Los  ojos  de  él  oscurecieron  bajo  las  espesas  pestañas  y  el  ambiente  entre  ellos  cambió.  Aunque  de  lejos  parecieran  dos  personas  intercambiando  palabras  corteses,  tanto  Paula   como  él  habían  notado  el  sutil  pero  peligroso  cambio. Ella tenía la sensación de  ser una  barca que  la  corriente  arrastraba  hacia una letal catarata. Frenética, intentó retroceder, salvarse de la caída.

–He oído que Federico y  tú  por  fin  han  encontrado  un  buen  terreno  en  Cerdeña –el bien elegido recordatorio de su dedicación a los negocios tuvo el efecto que esperaba.

–Estamos  negociando  la  compra  –estrechó los ojos–.  Urbanizar  en  Cerdeña no es fácil.

Pero ella sabía que encontraría la manera.  Era  lo suyo.  Adoraba  los  retos,  aunque  solo  fuera  para  demostrar  que  podía  ganar  a  quienes  se  le  oponían.Y  por  eso  estaba  tan  enfadado  con  ella.  No  solo  por  su  marcha,  sino  porque no le había dado la oportunidad de luchar y vencer.

–Enhorabuena. Sé cuánto deseabas establecer la empresa allí.

–El trato aún no está finalizado.

Ella no dudaba que lo estaría pronto. El aire vibraba entre ellos, pero ante tantos  invitados  tenían  que  actuar  de  forma civilizada.  La curiosidad de la gente era obvia,  pero Pedro era demasiado   poderoso para que se atrevieran a observar o especular abiertamente.  De pronto, ella se preguntó si su separación había sido difícil para él, un hombre que había vivido una vida dorada, siempre ascendiendo a lo más alto.

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