miércoles, 27 de septiembre de 2017

Dame Otra Oportunidad: Capítulo 59

Ella lo necesitaba tanto que gimió su nombre, suplicante y desesperada. Él, igualmente deseoso, cambió de posición.Cuando  la  penetró,  ella  gritó  de  alivio  por  lo  bien que  hacía  que  se  sintiera.  Su cuerpo se tensó  alrededor de  él, que tuvo  que  hacer  un  esfuerzo  para contenerse. Pero ella no quería que se contuviera  e  hizo  cuanto  pudo  para  volverlo  loco  con  la  lengua  y  las  manos,  hasta  que  él  perdió  su  legendario  control  y  embistió con fuerza, llegando a lo más profundo.Después  atrapó  su  boca  e  iniciaron  un  intenso  beso  que  aún  seguía  cuando ambos alcanzaron la inevitable cima del placer. La explosión de éxtasis sexual los dejó saciados y exhaustos. Más tarde nadaron en la piscina, disfrutando de la puesta de sol. La luz bailaba sobre el agua, sacando destellos dignos de un diamante. Tendría  que  haber  sido  perfecto.  Pero  Paula estaba  sufriendo  una  agonía.

–Pedro, hay algo que tengo que decirte –él la rodeó con los brazos.

–Pues dilo.

–Antes dijiste que habías llamado a un especialista. Cuando dijiste que estar casado  conmigo  era más  importante que  tener hijos,  yo...  yo  no  sabía  que pensabas consultar a médicos  y hacer lo posible para tener un bebé.

–Quería hacerlo por tí.

–¿De veras? ¿Por mí o por tí?

–No quieres que lo haga –estrechó los ojos.

Ella podía haber mentido. Podía haber dejado que la relación siguiera su curso, pero no lo hizo.

–No –movió  la  cabeza, sabiendo que su  futuro estaba en juego–.  No  quiero. Hay algo que no te he dicho. No he sido completamente sincera.

–Dímelo ahora.

–Perder nuestro bebé fue lo peor que me había ocurrido nunca. Cuando sentí los primeros dolores pensé: «No, por favor, cualquier cosa menos esto». No había nada que quisiera  más  que  ese bebé  –sus ojos se llenaron de  lágrimas–. Y lo perdí. Cuando me dijeron que no podría tener más hijos, no me importó. No quería otros hijos. Solo me importaba el que había perdido. Nunca jamás habría  vuelto a pasar por eso, nunca me habría  arriesgado.  Nuestro matrimonio  ya  había  fracasado,  así  que  no  poder  tener  hijos  se  convirtió  en  algo irrelevante.

–¿Aún piensas lo mismo? –inspiró con fuerza.

–Sí. Aunque fuera posible, y no lo es, no pasaría por eso. Para mí, estar embarazada no supuso emoción y alegría, sino miedo y pérdida.

–Paula...

–Esto no tiene  que  ver  con  lo que  ocurrió  entre  nosotros,  Pedro.  Aunque hubieras estado allí, habría perdido al bebé. Estaba devastada y tenía que alejarme. Si solo hubiera gritado, habría llegado un punto en el que habrías querido que hablara de lo ocurrido y yo no podía. Quería esconderme.

–Así que te fuiste.

–Hice  mal  –empezó  a  llorar–.  Tenía  el  corazón  roto  y  me  desquité  contigo. Te culpé de todo. Y era incapaz de decirte lo que estaba sintiendo.

–Pero ahora lo has hecho... –la apretó contra sí–. Ahora que entiendo lo que quieres, no volveré a hablar de especialistas.

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