lunes, 25 de septiembre de 2017

Dame Otra Oportunidad: Capítulo 53

La  había  tratado  igual  que  a  otras mujeres  de su  vida anterior,  que  medían  cada  regalo por  su  valor  económico.  Pero los regalos caros de un  hombre  rico  no  significaban  nada  para  una  mujer  como  Paula,  que  había  creado  su  propia  empresa  y  estaba  orgullosa  de  su  éxito.  No  buscaba  seguridad  financiera, sino emocional;  él no se la había dado.  Ella había anhelado muestras  de  su amor  y  él,  en  su  arrogancia,  había  asumido que  al  casarse con ella ya lo había dicho todo. Y cuando ella había dejado de creer en la relación, él ni siquiera se había planteado tener parte de culpa. Maldiciendo entre dientes, saltó de la cama y localizó el bolso de Paula. Encontró lo que buscaba, y con ello en la mano salió a la terraza iluminada por la luna. Ella no estaba allí.«Huyendo  de  nuevo»,  pensó.  Pero esa  vez la seguiría hasta  el  fin  del  mundo, si hacía falta. No le hizo falta ir tan lejos. La encontró en su despacho, acurrucada en uno de  los sofás  con  un  libro  en  la  mano  y  Rambo  y  Terminator  tumbados  a  sus  pies,  guardándola.  Recordó lo  que le había contado  sobre  esa  habitación  llena de libros que la había enamorado .Eso le había hecho entender que leer había sido su manera de escapar del  mundo  y de  compensar  todo  lo  que  faltaba  en  su  vida.  Era  impresionante cuánto había conseguido partiendo de casi nada.

–Si  nunca tuviste libros  de  niña,  ¿Cómo  desarrollaste tu  pasión  por  la  lectura? –preguntó.

–Tuve una maestra fantástica.  La  señorita  Hayes.  Era  muy  buena  conmigo –Paula  dejó caer la mano y acarició la cabeza de Terminator.

–Deja el libro. Necesito hablar contigo.

Ella dejó el libro sobre el regazo, en silencio.

–Yo no veía nuestra relación como la veías tú. Ahora me doy cuenta de que daba mucho por sentado –para una vez que necesitaba fluidez de palabra, le estaba fallando–. Es cierto que fui culpable de cierta arrogancia, lo admito –paseaba de un lado a  otro–.  Pero en  parte  se  debía a que no sabía  lo que estabas pensando. Tuve mucha culpa, pero tú también erraste al no hablarme de tu pasado. Si lo hubieras hecho, habría entendido la razón de que te costara tanto confiar en la gente, y me habría ocupado del tema.

–¿Habrías añadido «tranquilizar a Paula» a tu lista de cosas que hacer? Yo no soy un proyecto.

–¡No he dicho eso!  ¡Deja que me explique!  –la súbita explosión fue recibida con un gruñido de Terminator–. Ese perro es demasiado protector.

–Me quiere.

–Y por lo visto  aceptas ese  amor sin cuestionarlo,  mientras  que  los  demás tenemos que dejarnos la piel para conseguir lo mismo –soltó el aire de golpe–. Nunca he sentido por otra mujer lo que siento por tí.

–No dejas de repetir lo mismo.

–Si vuelves a hablar antes de que acabe, encontraré la forma de hacerte callar, perro o no perro –la amenazó. Ella cerró el libro–. Admito que pensé que con casarme contigo había  dejado claros mis sentimientos.  Ahora veo que no dediqué suficiente  tiempo  a  expresarte  mi  amor, pero no tenía  ni  idea de que  dudabas de él.  Aquel día tomé una decisión terrible, pero te juro que no pensé en ningún momento que perderías al bebé.

No hay comentarios:

Publicar un comentario