viernes, 15 de septiembre de 2017

Dame Otra Oportunidad: Capítulo 31

Cuando  su  cerebro  asimiló  la  cruda  y  terrible  verdad,  fue  al  baño  y  vomitó con violencia. Un  caleidoscopio  de  imágenes  inundaba  su  mente.  Paula aferrando  el  auricular, confesando que  tenía un  mal  presentimiento. Él,  apagando  el  teléfono antes de entrar a la reunión. Y la peor: un grupo de cirujanos luchando por salvar la vida a la mujer a la que amaba. Una vida que él no había creído en peligro.Un amor en el que ella no creía.Para  intentar  despejarse,  se  metió  bajo  la  ducha  y  dió  la  máxima presión al agua fría. Minutos después tiritaba, pero su cerebro seguía sin funcionar. No podía dejar de imaginarla en una habitación de hospital, sola y sintiéndose rechazada. La  acusación  de  que  le  había  obligado  a  confiar  en  él  no  dejaba  de  resonar en su mente. Recordaba con claridad la llamada telefónica, incluido el momento en que había otorgado su confianza al médico y quitado importancia a su ansiedad.



Pedro cerró  la  ducha,  se  enrolló  una  toalla  a  las  caderas  y  fue  al  dormitorio,  intentando  recordar  dónde  había  dejado  su  teléfono  móvil.  Miró  su  traje, tirado por el suelo.«Ella había estado a punto de morir».Levantó  el  pantalón  del  suelo  y  buscó  en  los  bolsillos.  El  teléfono  no  estaba.«¿Por qué no le habían llamado del hospital cuando ella ingresó?».Distraído,  levantó  la  chaqueta  y  el  teléfono  cayó  al  suelo  con  un  golpe  sonoro. «Roto», pensó. Igual que todo lo que le rodeaba. Por su descuido.Intentando  no  comparar  la  grieta  de  la  pantalla  con  el  estado  de  su  matrimonio, marcó el número del hospital. El teléfono funcionaba.Su reputación hizo que lo pusieran en contacto con la persona indicada un momento después. Tembloroso, se sentó en el sofá.Cuando el médico se negó a darle información del historial de Laurel sin el  permiso  de  ella,  insistió,  pero  ser  su  esposo  no  le  daba  ningún  derecho, y el hombre antepuso la confidencialidad del paciente.Descompuesto,  se  puso  la  ropa  que  había  llevado  la  noche  anterior  y  metió  el  teléfono  rajado  en  el  bolsillo  del  pantalón.  El  médico  no  habría  podido  decirle  nada  que  cambiara  cómo  se  sentía.  Los  detalles  eran  irrelevantes.




Él era quien siempre decía que era necesario moverse hacia delante. En cambio, estaba allí parado, anclado en el pasado mientras ella subía a un avión con la intención de alejarse de él.Tenía que detenerla.Abotonándose la camisa, Pedro agarró las llaves del coche y salió de la villa corriendo. Subió al deportivo, arrancó e inició una carrera desenfrenada.  Dejó a su asombrado  equipo  de  seguridad envuelto en una  nube de  polvo  blanco. Parte de él sabía  que  se  estaba  comportando como  un  loco, pero le daba igual.Ella hacía que se comportara como nunca lo había hecho antes.

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