–¿Le has dicho a alguien adónde ibas? –sonó exasperada–. Seguramente están organizando una partida de búsqueda mientras hablamos.
–No, la verdad es que no.
–¿Y no habrán dado una alerta de seguridad?
–Es muy posible –al recordar los rostros de su equipo de seguridad, inspiró con fuerza, frustrado por la realidad de su vida–. Tal vez debería...
–Sí. ¡Hazlo! –llevó la mano a su vaso–. No espero que no trabajes, Pedro. Yo pienso leer mi correo electrónico después. Respeto tu empuje y ambición. Yo también tengo ambas cosas. Eso no es problema. Eso no fue el problema –el cambio de tiempo verbal los devolvió al corazón del asunto, donde había residido el problema real.
Ella tomó un sorbo agua. Él pensó que le había fallado cuando más lo necesitaba. No podía dejar de imaginársela sola en una cama de hospital.
–Si te sirve de consuelo, me siento como un bastardo por lo que te hice.
–Bien. Deberías sentirte mal –dejó el vaso en la mesa–. Fuiste desconsiderado e insensible.
–No vas a decir: «¿No te preocupes por eso?».
–No. Debes preocuparte. Fue un comportamiento terrible. Si eso no te preocupara, no estaría aquí sentada en este momento.
Pedro se preguntó si era él quien ardía o si Sicilia estaba en plena ola de calor. Le sudaban las palmas de las manos, y notaba ardor hasta en el cerebro. Cuando el teléfono sonó por tercera vez, lo sacó y miró la pantalla, pensando que una conversación lo liberaría de otras interrupciones.
–Cinco minutos –afirmó–. Es Federico. Le diré que está al mando. Luego lo apagaré.
–¿Qué le ha pasado al teléfono?
–Un accidente. Se cayó del bolsillo cuando recogía la ropa para correr a buscarte.
–Ah. Sí que has tenido una mañana estresante.
–Las he tenido mejores –dijo él con ironía.–Y si el avión hubiera despegado antes de que llegaras, ¿Qué habría ocurrido?
–Habría tenido que ir a Londres –murmuró él–. Dicen que allí está siendo un verano muy húmedo. Por suerte, ambos nos hemos librado de eso.
–Esto es temporal, Pedro. No he accedido a nada –miró el teléfono que vibraba en su mano–. Necesitas un teléfono nuevo, ese se va a partir.
–El estado de mi teléfono es lo que menos me preocupa ahora mismo –lo preocupaba el estado de su matrimonio. Su reto era descubrir la manera de recuperar la confianza de Paula.
–Contesta, antes de que Federico decida que te he asesinado y enterrado el cuerpo.
–No tardaré...
Pedro se levantó y cambió al italiano. Le hizo a su hermano un resumen de lo ocurrido en las últimas horas. Cuando colgó, Paula lo miraba fijamente.
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