viernes, 1 de septiembre de 2017

Dame Otra Oportunidad: Capítulo 2

–A mí –Paula se levantó con el entusiasmo de un condenado camino a la  horca–.  Se  llama  Pedro Alfonso y es mi esposo  –pensó que ese había sido su segundo error.

Pero pronto ella sería su exesposa. Una boda y un divorcio en el mismo viaje. Eso sí que era  matar dos pájaros de un tiro,  aunque  nunca  había  entendido qué tenía de bueno matar dos pájaros.

–Espero que tengan unas buenas vacaciones en  Sicilia.  No dejen de probar la  granita.  Es  lo mejor.

 Ignorando  la  mirada  de  preocupación de la mujer, Paula sacó el bolso de viaje del compartimento superior y caminó por el pasillo dando gracias por haberse puesto zapatos de tacón. Los tacones altos proporcionaban seguridad  en  situaciones  difíciles  y,  sin  duda,  esa lo era.  Los pasajeros cuchicheaban  y la miraban, pero no se daba cuenta;  estaba  demasiado preocupada preguntándose cómo sobreviviría a los siguientes días. Tenía  la  sensación  de  que  iba  a  necesitar  más  que  unos  tacones  de  vértigo  para salir adelante con bien.«Testarudo,  arrogante,  controlador»,  ¿Por qué había ido allí?  ¿Para  castigarse o para castigarla?

 –Signora Alfonso, no sabíamos que contábamos con el placer de su  presencia  a  bordo...  –dijo el piloto,  que la esperaba junto a la escalerilla  de  metal. Su frente estaba perlada de sudor–. Tendría que haberse presentado.

–No quería presentarme.

–Espero que haya disfrutado del  vuelo  –el piloto miraba la pista con  nerviosismo.

El  vuelo no podría  haber  sido  más  doloroso,  porque volvía  a  Sicilia.  Había sido una estúpida al pensar que podía llegar sin que nadie lo supiera. O Pedro tenía  los  aeropuertos vigilados,  o  tenía  acceso  a  las  listas  de pasajeros.Cuando habían estado juntos, su influencia la había dejado boquiabierta. En su trabajo estaba acostumbrada a lidiar con celebridades y millonarios, pero el mundo de los Alfonso era extraordinario en todos los sentidos. Durante un breve  lapso  de  tiempo  había  compartido  con  él  esa  vida  dorada  y  deslumbrante  de  los  inmensamente  ricos  y  privilegiados.  Había sido como caer en un colchón de plumas  tras  pasar  la  vida  durmiendo  sobre  hormigón.Al verlo a los pies de la escalerilla, Paula casi tropezó. No lo veía desde aquel día horrible cuyo recuerdo aún le daba náuseas.

Cuando  Luciana había  insistido  en  que  cumpliera  la  promesa  de  ser  su  dama de honor, Paula tendría que haberse negado porque suponía demasiado impacto para todos. Había creído que su amistad no tenía límite, pero se había equivocado. Por desgracia, era demasiado tarde. Sacó las gafas de sol del bolso y se las puso. Si él iba a jugara a eso, ella también jugaría. Alzó la barbilla y salió del avión.El  súbito  golpe  de  calor  tras  la  fría  niebla  de  Londres  la impactó.  El  sol  caía  sobre  ella  como  plomo.  Se  aferró  a  la  barandilla  y  empezó  el  descenso  hacia  el  infierno  que  era  la  pista  donde  esperaba  el  diablo  en  persona.  Alto, intimidante e inmóvil, flanqueado por guardaespaldas de traje oscuro, atentos a sus órdenes.Era  una  llegada  muy  distinta  a  la  primera,  en  la  que  todo  había  sido  excitación e interés. Se había enamorado de la isla y de su gente.Y de un hombre en concreto. De ese hombre.No  podía  ver  sus  ojos,  pero  no  necesitaba  verlo  para  saber  lo  que  estaba  pensando.  Percibía la tensión,  sabía  que  él  estaba  siendo  absorbido  hacia el pasado, igual que ella.

–Pedro–en  el  último  momento recordó  dar a su voz un  tono de indiferencia–.  Podías  haber seguido cerrando algún  trato de negocios en  vez de venir  a recibirme.  No  es  que  esperara  un  comité  con  banderitas  de  bienvenida.

–¿Cómo  no  iba  a  venir  a  recibir  a  mi  querida  y  dulce  esposa  al  aeropuerto? –la boca dura y sensual se curvó levemente hacia arriba.

Tras  dos  años,  la  impactó  volver  a  verlo  cara  a  cara.  Pero  más impresionante fue el hambre fiera que le atenazó el estómago, el intenso deseo que creía había muerto junto con su matrimonio.Eso la desesperó,  porque era como  una  traición de  sus  creencias.  No  quería sentirse así. Pedro Alfonso era  un  bastardo frío,  duro  e  insensible,  que  ya  no  merecía un lugar en su vida.Se corrigió automáticamente: no, no era frío. Todo habría sido más fácil si lo fuera. Para alguien tan emocionalmente cauta como Paula, Pedro, con su  expresivo  y  volátil  temperamento  siciliano,  había  supuesto  una  peligrosa  fascinación.  La habían seducido  su  carisma,  su  virilidad  y que le impidiera esconderse de él. Le había exigido una honestidad que ella nunca antes había tenido con nadie.

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