lunes, 25 de septiembre de 2017

Dame Otra Oportunidad: Capítulo 51

–¿Por qué era tan importante ese trato?

–Eso ya no importa. No hay excusa para mi comportamiento.

–Háblame del trato, Pedro.

–No hace falta decir que llegó en el peor momento –suspiró y se mesó el cabello–.  Cinco  años  de  trabajo  culminaron  el  día  antes  de  que  volvieras  de  Londres.  Había  planeado  cenar contigo.  En vez de eso,  tú  llegabas  y  yo  me  iba.

Ella recordó que él había sonado preocupado por teléfono, apenas había respondido cuando le mencionó que temía que algo fuera mal.

–¿Qué era tan importante de ese trato concreto?

–Ahora ni siquiera lo recuerdo –soltó una risa amarga–. Era otro terreno perfecto  para  un  exclusivo complejo hotelero.  Más de lo mismo.  Excepto que nunca había cerrado un negocio tan grande. Sabía que la propiedad de esa isla aseguraría  el  futuro  de  la  empresa  y  nuestra  reputación  subiría  como  la  espuma.

–¿La empresa tenía problemas?

–No,  pero las  empresas  que  se  centran  en  el  turismo  no  pueden  dormirse en los laureles. El mercado es muy volátil. Es una de las razones de que trabajemos el turismo de lujo. Me acusaste de ser adicto al trabajo y tenías razón. Lo soy.

–Supongo que tuviste  que  convertirte  en  uno –Paula recordó  lo  que  había  dicho  Dani  sobre  el  papel  que  asumió  tras la muerte de su  padre–. Quedaste a cargo de todo siendo muy joven.

–¿De todo? –soltó una risa seca–. Si te refieres a la empresa, «todo» se reducía a dos hoteles pequeños que apenas daban beneficios.

–Creí que había sido la empresa de tu padre.

–Lo que existe ahora salió de la empresa de mi padre –miró las puertas abiertas a la terraza y el azul turquesa de la piscina–. Estaba en la universidad, en  Estados  Unidos,  cuando  mi  padre murió.  Mi madre estaba devastada, mi  hermano y mi hermana aún estaban en el colegio. Mi padre tenía dos hoteles, que no iban  demasiado  bien. Yo era el hijo mayor  y  estaba estudiando Ingeniería  Estructural,  pero todos dependían de mí,  así  que me hice  cargo de algo sobre lo que no sabía nada.

Ella se preguntó cuánto le había costado  renunciar  a  sus  sueños  y  volver a casa para ocuparse de hacer realidad los de su padre.

–Lo que empezó como necesidad se convirtió en hábito. Al poco tiempo, ni  siquiera  me  preguntaba por qué  trabajaba tanto.  Era mi forma de vivir.  No  importaba  cuánto  dinero  ganara  o  cuánto  éxito  tuviera  la  empresa,  no  podía  olvidar  que  todos  dependían  de  mí.  En mi capacidad  de dirigir  y  ampliar  la  empresa.

Paula sabía que no solo había mantenido  a  su  madre  y  hermanos,  también daba empleo a muchos otros miembros de su familia, como primos y tíos. Ellos lo habían convertido en «El Proveedor».

–Hernán me  aconsejó que renunciara al  trato caribeño  porque  el  precio  que  pedían  quitaba  viabilidad  al negocio.  Íbamos a retirarnos cuando hicieron una contraoferta.  Teníamos  veinticuatro  horas  para  decidirnos.  Pensé que el  trato garantizaría el futuro de la empresa.

–¿Y seguiste adelante? –nunca le había preguntado si había cerrado el trato o no.

–Sí.  Y va muy  bien.  Mejor  de  lo  que  había  predicho  –volvió  la  cabeza  para mirarla–. Pero Hernán tenía razón, el precio fue demasiado alto.

–Fui egoísta –admitió  ella,  sabiendo  que  él  no  hablaba  de  coste  monetario–. No pensé en tu responsabilidad con respecto a los demás. Pensé solo en mis necesidades.

–Con razón.

–«Solo es un trato más», pensé. Nunca pensé en la presión que sentías ni en la gente que dependía de tí para vivir. Nunca me hablabas de eso.

–No quería hablar de trabajo cuando estaba contigo. Estaba loco por tí. Sigo estándolo –le tembló un poco la voz–. Desde el primer día, cuando te ví en pantalones cortos, gritándole a Federico por correr demasiado lento.

–El día de nuestra boda creí que me amabas. Cuando estaba contigo, te creía. Pero cada vez pasábamos menos tiempo juntos. Para cuando supe que estaba  embarazada,  apenas  nos  veíamos.  Que no vinieras cuando te lo  pedí,  fue la última gota. Me pareció la evidencia de que no me querías.

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