viernes, 15 de septiembre de 2017

Dame Otra Oportunidad: Capítulo 35

Ella,  desconcertada,  tuvo  que  apoyar  las  manos  en  su  pecho  para  mantener el equilibrio.

–Te apañarás perfectamente. Siempre lo haces.

–No es verdad. Estos últimos dos años he ocupado cada hora de trabajo para intentar olvidar que no estabas.

–Cuando estaba, solo me veías por la noche.

–Vuelve conmigo y eso cambiará –afirmó él–. Yo cambiaré.

–No  puedes  cambiar,  Pedro.  Estarás  hablando  conmigo,  sonará  el  teléfono y pasaré al final de tu lista de prioridades.

–Nunca más  –aseguró  él–.  Eres la primera de la  lista  y  seguirás  siéndolo. He aprendido la lección.

–Eres incapaz de cambiar.

–Permíteme demostrar que te equivocas.

Nunca había habido un silencio igual en la terminal de salidas. Se había extendido el rumor sobre el dramático encuentro en el mostrador de embarque hacia Heathrow,  y  casi   todos   los   pasajeros  escuchaban  embobados,  agradeciendo la distracción. Esperaban la respuesta de Paula.

–La gente  no  cambia  de  la  noche  a  la  mañana.  Eres  muy  competitivo,  estás programado para triunfar en todo, Pedro. Solo estás aquí luchando por mí porque me has perdido.

–No puedo perderte  –palideció  del  todo–.  Me  comporté  fatal,  eso  es  verdad, pero dame la oportunidad de compensarte por ello.

–Puedes  compensarme  dejándome  subir  a  ese  avión  –desesperada, pensó  que  tenía  que  huir  antes  de  que  la  convenciera con  su  labia–.  Gracias por la  disculpa.  Si  realmente  lo  sientes,  lo  mejor  que  puedes  hacer  es  irte  y  dejar que siga con mi vida. Lo malo era que él no estaba haciendo uso de su labia. Tartamudeaba como  un  adolescente  en su  primera  cita  y  eso  la  estaba  afectando  más  que  cualquier grado de sofisticación.

–Te he traído un regalo –él sacó una caja plana y rectangular, forrada de terciopelo, del bolsillo. Paula se  relajó  al  verla.  Un  collar  de  diamantes.  Eso  al  menos  era  predecible. Tenía uno por cada discusión que habían tenido en su vida.

–Adiós, Pedro.

–¡No! –abrió  la  caja  y  ella  se  quedó  muda  al  ver  que  dentro  había  una  vieja llave oxidada.

–¿Qué diablos es eso?

–Algo que te compré hace dos años –se oyó el anuncio de un vuelo y su expresión pasó de desesperada a tozuda–. Me gustaría que vieras lo que abre antes de decidir que no tenemos futuro.

No era un collar de diamantes. Paula agarró la  llave.  Era  grande  y  pesada. Parecía la  llave de  una  verja, pero no tenía ni idea de qué verja ni de adónde llevaba.

–Dices que pensaba en el trabajo todo el tiempo, y nunca en tí, pero si vienes  conmigo  te  demostraré  que  no  era  cierto.  Entiendo  que  no  puedas  volver  a  confiar  en  mí,  así  de  repente,  pero  ¿Podrías  quedarte  en  Sicilia  unas  semanas para que te enseñe algo?

A pesar de sus  reservas,  la  llave  la  fascinaba y  eso debilitó  su  resolución. 

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