lunes, 18 de septiembre de 2017

Dame Otra Oportunidad: Capítulo 39

Taormina quedó atrás y él siguió conduciendo. Paula intentaba contener la  decepción  de  saber  que  ese  no  era  su  destino,  cuando  él  detuvo  el  coche  ante  unas  enormes  verjas  de  hierro.  Estaban  rodeados  de  cipreses,  olivos  y  pinos.  El  aroma  inconfundible  de  naranjos  y  limoneros  perfumaba  el  aire.  Ella  cerró los ojos e inspiró profundamente.

–¿Tienes esa llave?

Paula abrió los ojos, miró las verjas y después la llave que había sobre su regazo.

–¿Esta llave abre esas puertas?

–Pruébala y verás.

Ella  bajó  del  coche.  Los  vaqueros  que  se  había  puesto  para  volver  a  Londres  eran  demasiado  calurosos  para  ese  clima;  deseó  ponerse  algo  más  fresco.  Sin  el  movimiento  del  coche,  el  aire  quemaba  la  piel  y  el  suelo  estaba  seco y agrietado.A  pesar  del  óxido,  la  llave  entró  perfectamente  en  la  cerradura.  Sin  embargo, antes de que la girara, las verjas empezaron a abrirse.

–Admito  que  he  añadido  algunas  comodidades  modernas  –confesó Pedro,  con  una  sonrisa–.  La  llave  es  más  simbólica  que  esencial.  Sube  al  coche, hace demasiado calor para andar.

–¿Andar  adónde?  –preguntó  Paula.

Pero volvió  a subir  al  coche.  Vió que sobre las verjas había cámaras de seguridad.Tomaron  un  camino  irregular  y  polvoriento,  bordeado  por  olivos  y  almendros  centenarios.  Las  mimosas  y  jazmines  perfumaban  el  aire  y  el  sol  brillaba  con  fuerza.  Paula miró   a   Pedro intrigada,   pero  él  estaba  concentrado en el camino, sorteando los baches.

–Como ves, hay trabajo por hacer –Pedro siguió hasta estacionar en un patio sombreado.

–¿Es un castillo? –Paula miró boquiabierta el magnifico edificio de color miel.

–Bienvenida  al  Castello  di  Vicario.  La parte este  se  construyó  como  monasterio  en  el  siglo  XII,  pero  un  ambicioso  príncipe  siciliano  echó  a  los  monjes  y  lo  amplió  para  alojar  a  sus  amantes  –Pedro se  recostó  y  miró  el  edificio  con  satisfacción.  Una  profusión  de  coloridas  flores  mediterráneas  trepaba por las paredes de piedra y caía en cascada de los balcones–. Por sus vistas y su  aislamiento,  ha  sido  utilizado  por  artistas  y  escritores  de  toda  Europa.

–¿De quién es ahora?

–Nuestro –tras esa sencilla respuesta, Pedro bajó del coche y saludó a los dos doberman que aparecieron corriendo de repente.

Paula gimió  al  ver  a los  perros,  y  comprendió  el  comentario  que  había  hecho  sobre  la  seguridad.  Saltó  del  coche, se  arrodilló  en  el suelo y abrazó  a  los  perros,  riendo  y  llorando  mientras  la  lamían  y  saludaban  con  el  mismo  entusiasmo que ella demostraba. Segundos después estaba cubierta de polvo y huellas de patas, pero no le importaba.

No hay comentarios:

Publicar un comentario