lunes, 30 de agosto de 2021

El Candidato Ideal: Capítulo 35

 —Hace años que no voy a Boston. Tal vez mi cara sea una de esas caras vulgares.


—¿Y qué hay de tí, Pedro? ¿A qué dedicas tus días?


Pedro imitó la forma de encogerse de hombros de Antonio.


—Veo mucho la televisión.


Lanzó una mirada furtiva a Paula y vió que había inclinado la cabeza y en su cara se dibujaba una sonrisa. Aquel gesto le pareció suficiente como para alentar las esperanzas del nombre más descorazonado. Antonio se quedó con la boca abierta justo antes de entrecerrar los ojos, y esa vez Pedro supo que el gesto era natural. Antonio asintió y sonrió.


—Desearía tener tiempo para hacer lo mismo.


—¡Antonio! —llamó Gerardo, antes de entrar en la sala y darle un caluroso abrazo—. ¿El conductor te encontró sin problemas?


—Sí. Gracias por enviarlo, Gerardo. Estoy encantado de estar aquí.


«Así que Antonio avisó al jefe de su llegada, pero no a Paula...» pensó Pedro. «Qué tío más raro»


—Los socios y directivos van pasar un par de días en Sanctuary Cove, en Queensland jugando al golf y te he reservado una plaza —continuó Gerardo.


Antonio sacudió la cabeza.


—Ojalá pudiera, pero no he venido de vacaciones, sino por negocios.


Pedro vió cómo la sonrisa de Paula se desvanecía, pero fuerte como era ella, enseguida se recompuso.


—Además, no me va mucho el aire libre. Si me propones una partida de ajedrez aceptaré con gusto —Antonio se giró hacia Pedro y chasqueó los dedos—. Alfonso, ¿Verdad? ¿El golfista?


Pedro asintió.


—Sabía que lo conocía. Le ví ganar el Abierto de Boston hace unos años. Es un verdadero campeón.


Pedro apenas pudo contener una sonrisa. Aquel tío era de lo más diplomático, muy escurridizo y estaba demasiado cerca de Paula, que no había vuelto a mirarlo a los ojos desde que él había llegado.


—Es perfecto —dijo Antonio a Pedro—. ¿Por qué no ocupa mi plaza en el viaje a Sanctuary Cove? Así le dará un descanso a su televisión.


Gerardo pareció entusiasmado con la idea.


—Sería usted más que bienvenido, Pedro. Sería un honor para nosotros que nos acompañara.


Pedro estaba a punto de rechazar cortésmente la proposición cuando Antonio casi empujó a Paula a sus brazos diciendo:


—Y puedes llevarte a Paula. Ella es una estupenda golfista.


—Pero si acabas de llegar —susurró Paula.


—Mañana estaré ocupado todo el día. Vete y pásalo bien. No te separes de él ni un momento y tal vez te enseñe algún truco.


Pedro se balanceó ante la palmada que acababa de darle Antonio en la espalda y consiguió contenerse para no devolverle el gesto con fervor.


—Si Paula se apunta, yo no tengo inconveniente.


—Desde luego que vienen los dos. El avión sale mañana a las siete de la mañana —dijo Gerardo—. Mi secretaria les dará más detalles. ¿Hasta cuándo te quedas, Antonio?


—Unos pocos días como mucho.


—¿Quedamos una noche para tomar unas copas?


—Por supuesto.


Gerardo se marchó y Paula, Pedro y Antonio se quedaron solos de nuevo. No quiso analizar los motivos de su animadversión por el otro hombre. La llegada de Antonio probablemente había evitado que hubiera estropeado del todo lo suyo con Paula. Si se hubieran dejado llevar por la fascinación mutua que sentían el uno por el otro, probablemente aquello hubiera sido el fin de su historia. Aunque había descubierto que Antonio era real, aquello no era motivo de alegría para él.


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