viernes, 13 de agosto de 2021

Duro De Amar: Capítulo 67

Lo que siguió a aquello fue una semana de silencio en la que Paula trabajó duro, haciendo lo que había que hacer, disfrutando aparentemente de los caballos y de su cada vez más estrecha amistad con Juan y sus perros, siendo agradable y distante con Pedro. Si no la conociera bien habría pensado que no pasaba nada malo. Pero vía la tensión alrededor de sus ojos, veía un dolor que ocultaba cuando él aparecía, oía la inquietud en su voz cada vez que hablaba con él. Una mujer débil habría abandonado, pero ella era Paula. Estaba ahí para adquirir experiencia como veterinaria, y una tontería como enamorarse y ser rechazada por el dueño no se pondría en su camino. ¿Tenía el corazón roto? Tal vez, pero eso no se lo mostraría a nadie. Estaba haciendo posible que pudiera retomar su vida sin ella, si no fuera porque tenía que seguir viéndola, tenía que seguir viendo cómo los caballos respondían a su trabajo, tenía que seguir sintiendo un fuerte deseo. Un deseo que tenía que ignorar.  Hasta el día que desapareció Nicolás. Lo primero que supieron al respecto fue una llamada de teléfono al anochecer. Habían trabajado duro y rápido todo el día, preparándose para el clima cada vez más húmedo y para la madre de todas las tormentas que estaba de camino. Juan se retiró a su casita en cuanto terminó la jornada, como siempre hacía, y Paula cocinó, aunque ya no hubo competición. Después se fue a su habitación, pero cuando el teléfono sonó en el vestíbulo no pudo evitar oír.


–No, no ha estado aquí en todo el día. No lo hemos visto en toda la semana. Brenda, está oscuro y con la tormenta que se acerca, aunque hubiera estado aquí, ya lo habría mandado a casa hace mucho rato.


Se hizo un largo silencio mientras Pedro escuchaba.


–¿Que no lo has visto desde las siete de la mañana?


Paula salió corriendo al pasillo y se apoyó contra la pared para oír mejor a la vez que veía cómo el rostro de Pedro iba ensombreciéndose de ira. Y de preocupación.


–Podrías habérmelo dicho... Vale, no importa. ¿Tiene dinero? ¿Podría estar intentando encontrar a su padre?


Ahora podía oír a Brenda, chillando a la defensiva y preocupada.


–De acuerdo –Pedro se pasaba la mano por el pelo y miraba hacia la oscuridad de la tormenta por la ventana–. Si Pegaso no está... ¿Tiene amigos en el pueblo?


Hubo un silencio por parte de Brenda. Ni amigos, ni familia. A Paula se le heló el corazón. Un niño pequeño y una noche en la que nadie debería salir.


–Estaré ahí en diez minutos –dijo nervioso y colgó el teléfono. 


Al girarse, su gesto despertó en Paula unas ganas intensas de ir a abrazarlo, pero se contuvo.


–Dime.


–La hermana de Brenda ha decidido que compren una casa para compartir y ha encontrado una en Brisbane. Todos se mudan, la hermana de Brenda y sus cuatro hijos. Brenda y sus dos hijas, pero no Nicolás. No hay habitación para él. Brenda ha concertado una cita con los servicios sociales en Sídney el lunes que viene. Se lo ha contado a Nicolás esta mañana, muy amablemente, según ella, y le ha dicho que no podía seguir viviendo con ellas, pero que le buscaría unos buenos padres adoptivos. Y él ha desaparecido.

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