lunes, 9 de agosto de 2021

Duro De Amar: Capítulo 59

 –Entonces tendríamos que alojar a Juan en la casa grande y nuestra relación de jefe/empleada se complicaría.


–Ya es complicada –estaba tendida en sus brazos, abrazándolo con fuerza, sintiéndose como si tuviera todo lo que quería del mundo.


–Nada es complicado –le dijo Pedro besándole la nariz, detrás de la oreja... Para luego pasar a zonas más íntimas. Lugares que la hicieron gemir de placer–. Por el momento, las cosas están perfectas.


–¿Por el momento? –le costaba plantear una duda cuando él estaba haciendo... Lo que estaba haciendo.


–No puedo pensar en mañana, amor mío –le respondió Pedro con la voz ronca–. No puedo pensar más que en lo que está pasando ahora mismo.


Pero sí que podía pensar.


Se despertó de madrugada, como solía hacer, y fue entonces cuando lo asaltaron las dudas. Paula, que estaba acurrucada contra su cuerpo, resultaba maravillosa, mágica, era como una extensión de él mismo. Era perfecta. Pero la perfección no duraba. Sentía demasiado por ella y eso era aterrador. ¿Adónde se dirigían? ¿Matrimonio? Esa sí que era una idea que le quitaba el aliento. Juan la llamaba «Señora» como si fuera su esposa, un término que además de respeto, reflejaba lo que estaba pasando, lo que había pasado. Eran una pareja. Si le sucediera algo a ella... Su mente se cerró en banda ante la idea y como si ella pudiera sentirlo, se movió y, adormilada, se giró hacia él y lo rodeó por el cuello. Lo besó suavemente.


–¿Hay algún problema?


Ese era el problema. Que ella sabía lo que pensaba, lo sentía.  Cada vez que estaba preocupado, ella compartía su preocupación, lo obligaba a expresarla. ¿Cómo podía decirle que lo que le preocupaba era que sentía demasiado por ella? ¿Cómo podía abandonar el miedo y dar un paso al frente con Paula en sus brazos? ¿Y cómo podía no hacerlo?


–Me preocupa resembrar los pastos de arriba antes de que termine el otoño –dijo y ella se rió y se acercó más a él.


–Mentiroso. Ya has pedido las semillas. Según las previsiones será un otoño suave y ya tienes pensado dónde poner a los caballos hasta que se regenere.


–Umm.


–Estás preocupado por nosotros.


–Paula...


–No, estropearás las cosas. Por ahora, estamos perfectos. Por ahora estamos el uno en brazos del otro y encajamos como dos mitades de un todo. No pido ni espero de tí nada más que eso, Pedro Alfonso. Por ahora estoy amándote y deseándote, pero no estoy reteniéndote. Mi futuro está en los Estados Unidos, así que deja de preocuparte por eso.


–¿Y si te pidiera que tu futuro estuviera aquí?


Ella se quedó paralizada en sus brazos, pero después miró su rostro atribulado y sacudió la cabeza.


–No quieres eso –le susurró–. Ahora no, al menos, y tal vez nunca. Miro tu rostro y no veo compromiso en él. Veo algo parecido al miedo, pero puedes dejar de tener miedo porque no he venido con ataduras, Pedro Alfonso. Por ahora tenemos el presente. Eso es todo.

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