miércoles, 4 de agosto de 2021

Duro De Amar: Capítulo 47

 –Tiene que pasar.


–Nunca habla de su padre. Solo habla de tí.


–¿Y cómo se supone que debo sentirme por eso?


–Querido.


–¡No deseo que me quieran! –respondió casi como una explosión–. Me gustaría que me dejaran tranquilo. No quiero que un niño se enganche a mí y no quiero que un niño se preocupe por mí, que me eche de menos si voy a Sídney a alguna venta, que me necesite siempre. No quiero tener que preocuparme por él.


–Y ahí está el quid de la cuestión –apuntó Paula–. Eso es lo que mi padre nunca hizo con los mellizos. Nunca les dejó acercarse lo suficiente como para preocuparse por ellos o quererlos. Simplemente hizo lo que tenía que hacer –vaciló–, aunque tal vez eso fue mejor que nada. Tal vez podrías dejar que Nicolás cuidara de Pegaso y se lo llevara a casa. Podría montar en su casa y podrías pagar a Brenda por la comida y los cuidados. Podrías esperar que sea Brenda la que se preocupe.


–No se puede dejar solo a un niño con un caballo de ganado, por muy viejo que sea.


–Pues cómprale otro –respiró hondo–. Un caballo seguro para un niño. Yo le compraré uno, pero tendrá que parecer que viene de tí.


–¿Por qué?


–Porque a Nicolás le doy igual –respondió entre dientes–. Si supieras lo feliz que le haría que le regalaras un caballo, que lo cuidaras, que le enseñaras...


–No quiero esa clase de compromiso.


–Cobarde –dijo ella y se resbaló en las rocas cayendo de rodillas al riachuelo.


No maldijo, simplemente se quedó con el agua alrededor de las piernas refrescándola todo lo que le hacía falta. Pedro alargó una mano para ayudarla, pero ella la ignoró. Lo miró y fue chapoteando hasta la orilla.


–Me voy a casa –dijo agarrando la linterna y arrancando el celofán. Él podía quedarse ahí solo, en la oscuridad–. No vengas conmigo. Necesito descargar mi rabia.


–No te pierdas.


–¿Y qué te importaría si me perdiera? ¿Qué te importaría a tí si todo el mundo se perdiera?


No la siguió, sino que permaneció donde estaba, sin moverse, sin pensar, simplemente intentando calmar su mente. En un momento el ornitorrinco volvería, no podría verlo sin la linterna, pero podría sentirlo por el agua, saliendo a la superficie para respirar y digerir la comida. Una criatura solitaria. O no. Tal vez era una hembra desesperada por comer para acumular grasa y reproducirse.


–No lo hagas –le dijo al animal y se estremeció ante su propia estupidez. El mundo tenía que reproducirse.


Había gente que se preocupaba por los demás. ¡Y él también lo hacía!, pensó furioso. Había solucionado los problemas de Brenda, había permitido que Nicolás ayudara y ahora el chico estaba seguro y alimentado con una mujer que haría lo correcto por él hasta que su padre regresara. Pero... ¿Y si su padre no regresaba? El problema no tenía nada que ver con él. Y tampoco con Paula. No tenía que preocuparse.

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