miércoles, 11 de agosto de 2021

Duro De Amar: Capítulo 62

Sin Pedro no habrían podido encontrar la cascada. Es más, ella se habría perdido a los diez minutos de salir de la granja. Allí los arbustos eran salvajes y montañosos y Werrara limitaba con un parque nacional donde la civilización se acababa. Los caballos iban olfateando el camino marcado con huellas de wombats y canguros y, sorprendentemente, parecían saber adónde iban. Y más valía porque Pedro había puesto a Paula a la cabeza con Rocky, a Nicolás en el centro con Pegaso y él los seguía con Maestro en la retaguardia. Vigilando. La mayor parte del recorrido estuvieron en silencio y tanto Nicolás como Paula quedaron asombrados con la vegetación; por eso ella supo que su padre no debía de haberlo llevado mucho. En realidad, cuanto más sabía sobre Nicolás, más le extrañaba que su padre hubiera hecho algo por él alguna vez. Era un gran chico y se preguntó cuánto habría sufrido después de que su padre lo hubiera abandonado. La vida no era justa. Miró atrás una vez más para asegurarse de que estaba bien y, a la vez, aprovechó para mirar a Pedro. Hombre y niño, ambos con infancias muy duras. Si Gonzalo estuviera allí ahora, sabía que tampoco estaría hablando. Su hermano mayor había crecido con un padre al que, evidentemente, molestaba con su presencia y eso lo había vuelto introvertido, huraño. En ese momento tenía a dos huraños en sus manos. ¿La cura?


–Veo, veo –dijo y recibió dos gruñidos a modo de respuesta–. Una cosita que empieza por la C –terminó bajo un dramático suspiro de Nicolás.


–Caballo.


–¡Hey, eres buenísimo! –dijo y sonrió–. Te toca.


–M –dijo el chico.


–Montaña –contestó Pedro y Nicolás sonrió como si fuera él el que había acertado y ganado.


–¡Guay! Te toca.


–V.


Paula se giró, lo miró y él le sonrió haciendo que le diera un vuelco el corazón. Nicolás se fijó en su mirada, arrugó la nariz y gritó:


–¡Veterinaria!


Pegaso se sobresaltó con el grito, pero Pedro estaba ahí al instante, sujetando las riendas y sonriendo al pequeño como si eso también formara parte del juego.


–Genial, colega. Y aquí está la cascada.


Y ahí estaba. El riachuelo había ido ensanchándose según iban cabalgando y ahora un giro más en el recorrido los llevó finalmente hasta lo que el fuerte sonido del agua precipitándose les llevaba un tiempo anunciando. Era un lugar de lo más mágico que dejó a Paula sin aliento.


–Chúpate esa, chica de Manhattan –le dijo Pedro acercándose a su caballo sabiendo que en Nueva York no podía haber nada que pudiera compararse con eso. La cascada tenía unas seis caídas y una cueva se ocultaba misteriosamente tras el agua.


–Candela y yo acampamos aquí una vez –dijo Pedro y Paula lo miróasombrado.


Era la primera vez que lo oía hablar de su hermana sin pesar. Tal vez se debía a ese lugar porque, ¿Quién podía estar triste allí? Allí se podía escalar, nadar, explorar la cueva, dormir o simplemente quedarse sentado sobre un caballo contemplándolo todo, justo como ella estaba haciendo ahora. Pero Rocky ya estaba tirando hacia abajo para retozar sobre la exuberante hierba del río y Nicolás se había bajado de Pegaso para explorar un poco la zona. Mientras, Pedro estaba mirándola socarronamente, como si ella pudiera estar comparando eso con las calles de Nueva York. Era perfecto.

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