lunes, 23 de agosto de 2021

El Candidato Ideal: Capítulo 17

Pedro se sentó en una silla de piel en el despacho que tenía en la casita del jardín de su casa de Hawthorn. Pasaría allí toda la tarde poniéndose al día con la correspondencia y enviando la documentación necesaria para aclarar su cambio de representante legal. La luz del atardecer se colaba por los amplios ventanales que daban a la bahía, iluminando las vitrinas cargadas de sus trofeos deportivos, idea de Luciana. Los hubiera guardado en algún sitio, pero su hermana insistió en que los colocase allí para que le recordasen sus maravillosos éxitos. Lo único que le recordaban era que ya no se dedicaba al deporte que amaba. Una lesión de espalda había detenido su prometedora carrera antes de haber llegado a su mejor momento. Aun así, aquella era su habitación favorita. Su casa era demasiado grande, demasiado silenciosa, demasiado solitaria. Había sido construida para albergar a una gran familia y nunca había llegado a hacerlo. Antes de dejarse vencer por la sensación habitual de la claustrofobia, decidió buscar contacto humano y marcó el número de su hermana.


—Hola, Luciana.


—Hola, Pedro. ¿Qué tal estás?


Pedro oyó el entrechocar de sartenes y se imaginó a Luciana en la cocina, con el teléfono colocado entre el hombro y la barbilla.


—Sólo llamaba para saludar.


—Hola —se detuvo—. ¿Qué te pasa? Vamos, es hora de cenar. Date prisa.


Pedro había llamado a su hermana para ponerla al corriente de sus proyectos, que la había hecho caso. Pero, ¿Cómo podría decirle que su proyecto implicaba que aquella mujer iba a prepararle para el matrimonio? ¿Cómo podía decirle que necesitaba a Paula, su pasión, su energía y su fe en el «Felices para siempre»? Luciana no lo entendería por haber ido derecha a los brazos de Daniel y haber vivido diez años con él y su maravillosa familia.


—Dile a Lucas que se ponga.


—Está haciendo los deberes.


—Venga, dile a mi sobrino que se ponga o te llamaré Luchi para siempre jamás.


—De acuerdo. ¡Lucas! —el grito debió oírse en todo el vecindario—. ¡Es el tío Pedro!


Pedro oyó el ruido que hacía su sobrino al bajar las escaleras.


—Ya está aquí.


—Gracias, Luchi.


—¡Tú...!


—¡Tío Pedro! Mamá nos ha dicho que ibas a llevarnos a algún sitio el domingo. ¿Dónde vamos a ir?


—Estaba pensando en el zoo.


—¿De verdad? ¡Genial!


Pedro sintió cómo sus preocupaciones desaparecían mientras escuchaba la alegre charla de su sobrino al otro lado del teléfono.

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