miércoles, 18 de agosto de 2021

El Candidato Ideal: Capítulo 8

Pedro entró en la cocina a la mañana siguiente con el hijo mediano de su hermana, Danielito, colgado del cuello.


—¡Bájame, tío Pedro! Prometiste que lo harías cuando llegáramos a la mesa de la cocina.


—Prometí que lo haría en cuanto respondieras a la pregunta que te he hecho. Venga, Dani, cinco por cinco es igual a...


Danielito respiró profundamente antes de responder, dudoso:


—¿Veinticinco?


—Muy bien, campeón.


Pedro le hizo cosquillas hasta que su sobrino lloró de la risa.


—Bájalo, Pedro, o no llegaremos a tiempo al colegio.


Luciana cascó varios huevos sobre la sartén antes de añadir un poco de leche y queso.


—De acuerdo, hermanita —Pedro bajó al niño de sus hombros y lo sentó en el banco entre Catalina y Lucas.


—Tenías que estar cocinando tú por mí —dijo Luciana—. Tengo que arreglarme para ir a trabajar. ¿Qué vas a hacer hoy?


—Ni idea.


—¿Cuándo te vas a buscar un trabajo de verdad, tío Pedro? —preguntó Danielito.


Luciana sonrió.


—Los niños siempre dicen verdades...


Pedro revolvió el pelo de su sobrino hasta que éste se quejó.


—Estoy muy bien así, gracias.


—No es cuestión de estar bien o mal, sino de emplear tu talento en algo.


El apartó a Luciana de la cocina con un golpe de cadera y acabó de hacer los huevos revueltos por ella, dejando que se ocupara de preparar a los niños para el colegio.


—Con las campañas publicitarias y mis inversiones, estoy construyendo un emporio bastante suculento para tu tribu, hermanita, así que no estoy utilizando mi talento para nada malo.


Luciana no se conmovió lo más mínimo.


—Apenas lo usas en absoluto. Si no quieres buscarte un trabajo, busca entonces un hobby que no sea cuidar niños o casarte con la persona equivocada. Necesitas un proyecto. No soporto ver cómo te atrofias ante mis ojos.


Prefirió ignorar las palabras de Luciana, a pesar de que le habían estado rondando la cabeza toda la noche. ¿Un proyecto? ¿Era eso lo que necesitaba? Sentía que estaba a punto de empezar algo, como si estuviera muy cerca de encontrar la respuesta. No tenía ni idea de lo que era, pero se sentía con fuerzas renovadas, mucho más animado de lo que se había sentido en años. Pedro se levantó la camisa para mostrar su musculoso torso.


—¿Qué piensan, chicos? ¿Tendré reservas para un par de inviernos más? —hundió un dedo en su tripa hasta el máximo y sus sobrinos estallaron en carcajadas.


Luciana estaba a punto de golpearlo cuando Daniel, padre, gritó desde la sala de estar:


—¡Es ella!


—Le he dicho mil veces que no grite si me necesita, que venga a buscarme —dijo Melinda a Pedro, alzando la voz hasta llegar al tono empleado por su marido—. ¡Es un mal ejemplo para los niños!


—¡Es la abogada! —volvió a gritar Daniel—. ¡La que barrió a Pedro ayer!


Aquello consiguió despertar la atención de Pedro. Se bajó la camisa y corrió hacia la sala. Era la conferencia de prensa del día anterior. Paula llevaba la chaqueta azul abotonada hasta el cuello, pero nada podía nublar la visión de su preciosa melena.


Daniel lanzó un silbido.


—¡Chico! ¡Qué mujer!

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