lunes, 16 de agosto de 2021

El Candidato Ideal: Capítulo 4

Lo que más le impresionó fue la melena cobriza; su pelo era largo y exuberante, con un flequillo muy atractivo. Con aquellos ojos azul claro y esa gracia natural tenía más aspecto de sirena que de abogada. Mientras se reía y disfrutaba de cada segundo de la compañía de los niños, Ariel bostezaba, Karen hablaba acaloradamente por teléfono y Macarena se encogía en su asiento como si la sala hubiera sido invadida por ratones. Aquello no lo sorprendió. Ya no. Pedro había descubierto demasiado tarde que a Macarena no le gustaban los niños. Ella lo admitió un día sin querer del mismo modo que si estuviera diciendo que no le gustaban los gatos.


—Hola, chicos —dijo Paula con voz entrecortada—. ¿Cómo me han encontrado? ¿Dónde está Carla?


—¡Paua, cuéntanos un cuento! —pidió uno de ellos del modo en que sólo los niños de tres años saben hacerlo.


Ella miró a los presentes, como pidiéndoles disculpas, pero sus ojos azules brillaban con una mezcla de agrado y apuro.


—Paula está ocupada ahora. Tengo que contarles un cuento a todas estas personas.


—¿Qué cuento? —preguntó el otro duendecillo.


Sin dudar un segundo, ella contestó:


—Un cuento de una princesa que lucha contra un ogro malvado y al final... Gana.


Pedro tuvo que contener una carcajada.


—¡Pero no queremos que gane la princesa!


Eran niños...


—Ya me lo imaginaba —dijo Paula—. ¿Qué les parece si vuelven al despacho de Carla y me esperáis allí? Cuando vaya les contaré el cuento del ogro y su primo, el malvado troll, que se comen a la princesa, ¿De acuerdo?


Los niños dejaron de saltar y, como si se hubieran puesto de acuerdo por alguna señal telepática específica para gemelos, salieron corriendo de la sala tan rápido como habían entrado.


—Lo siento —dijo ella al resto del grupo—. Son los niños de una de las socias y se han aficionado a mis cuentos más sangrientos.


—Normal —admitió Pedro—. El troll y el ogro... Suena demasiado bien como para perdérselo.


Pero cuando la fría mira azul de Paula se encontró con la suya, la sonrisa desapareció rápidamente del rostro de Pedro. Mientras se alisaba el vestido y se arreglaba el pelo, la cara de ella estaba adorablemente sonrojaba. Él se levantó y le ofreció la mano desde el otro lado de la mesa disfrutando del modo en que la tela del vestido se ajustaba a sus muslos cuando, tras una breve pausa, ella se inclinó también para saludarlo. Su mano era suave y estaba fría, y le pareció muy pequeña dentro de la suya.


—Señorita Chaves, estoy encantado de conocerla por fin.


—Y a mí me agrada que haya encontrado el momento para ello, señor Alfonso.


—Pedro, por favor —indicó él.


Ella asintió levemente con la cabeza, pero no le ofreció a él que la tratara también por su nombre de pila. Su apariencia desinteresada no engañó a Pedro ni por un momento. Aunque ella intentaba con todas sus fuerzas aparentar serenidad y autocontrol, un volcán estallaba en su interior. La mayoría de los abogados a los que había conocido olían a rancios y parecían eternamente fatigados, pero el dinamismo de ella resultaba contagioso. De hecho le estaba costando mantenerse quieto, aunque casi se sentía aliviado de haber superado la sensación de lasitud que había estado a punto de invadirlo hacía tan sólo un rato.


—Paula, ¿Verdad? —insistió él—. Es un nombre interesante. Seguro que tiene su historia.


Ella no habría picado el anzuelo que él le había tendido por nada del mundo. Pedro vió que sus uñas eran muy cortas e irregulares... Así que se las mordía: no era la chica dura que había pensado al principio.


—Hay cosas más importantes que mi nombre sobre las que hablar, señor Alfonso —dijo Paula—. Tome asiento y concentrémonos en lo realmente interesante.


Estaba claro. Él hizo lo que le había dicho y se sentó, con expresión seria para demostrarle que estaba preparado. Ella también se sentó. Se arregló el pelo para dejarlo caer sobre su espalda y, sin pensarlo, cruzó una pierna sobre la otra mostrando una buena parte de ella. ¡Guau!

No hay comentarios:

Publicar un comentario