lunes, 30 de agosto de 2021

El Candidato Ideal: Capítulo 31

Paula miró su reloj. Había pasado un cuarto de hora, así que echó a correr hacia la oficina. Si todo había salido según su plan, Bruno estaría flirteando con alguno de los chicos de la recepción y Pedro se habría marchado hacía rato. Fue entonces cuando se preguntó si que Pedro se hubiera marchado sería bueno para él... Y para ella. Al doblar la esquina se encontró una escena sorprendente: A Bruno sentado en la silla de Karen con los pies sobre el escritorio, riendo a carcajadas, igual que Karen, ante la historia que estaba  contando Pedro. Bruno fue el primero en ver a Paula.


—¡Paula, cariño!


Karen corrió a ponerse detrás de su mesa, algo colorada, y Pedro se apoyó sobre el escritorio, con las manos hundidas en los bolsillos y sin dejar de mirar a Paula con una sonrisa que hizo que sus rodillas temblaran. Paula volvió la mirada hacia la relativa seguridad de Bruno.


—Han aprovechado el tiempo, supongo. Imagino que habrás diseñado un plan para mejorar su imagen.


—Olvídalo, cariño. Es perfecto. Déjalo como está —se volvió hacia Pedro con los ojos llenos de inspiración—. Aunque yo pondría más cuero en su vestuario...


Pedro le guiñó un ojo y le enseñó los pulgares hacia arriba que le provocó una risa histérica de nuevo.


—¿Cuero? —dijo Paula, que no salía de su asombro—. ¿Así mejorará su reputación? ¿Eso le llevará a encontrar a su pareja ideal?


—Ponle una chaqueta de cuero y la reputación quedará en un segundo plano. Tengo que irme, queridos. Karen, el brillo rosa te queda genial. Paula, más rojo, por favor. Pedro, no cambies. ¡Espero verlos pronto!


—¡Cuenta con ello, amigo!


Bruno agitó una mano en signo de despedida y se llevó su halo de singularidad con él, dejando allí a tres personas normales impresionadas por su visita. Paula giró sobre sus tacones y entró en su oficina.


—Ha ido muy bien —dijo Pedro, siguiéndola y sentándose en el sofá.


—Muy bien —aunque no le parecía bien en absoluto. 


Bruno tenía que haberlo asustado para que nunca hubiera vuelto a su despacho ni a robar su tiempo libre.


—¿Qué viene después? ¿Un agente? ¿Un manager?


—No. Para eso me has contratado a mí —dijo Paula, pasándose una mano por el pelo, frustrada.


—Perfecto, pero prométeme que no habrá más cuero azul claro.


—Te lo prometo. Lo siguiente es... —miró su reloj. 


Puesto que Bruno no había logrado hacer huir a Pedro, tendría que pasar al plan B.


—Quiero que veas a unos expertos que te podrán ayudar.


—¿Expertos?


—Un psicólogo, un consejero matrimonial y un sacerdote.


—¿Es un chiste?


Paula lo miro y casi deseó que alguno de ellos fuera vestido de arriba abajo de cuero azul claro.


—Te esperan en la sala de reuniones. Para que les cuentes tus secretos.


Cuando pronunció la palabra «Secretos», una chispa brilló en los ojos de Pedro. Ella permaneció en silencio, retándolo a negarse.

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