miércoles, 11 de agosto de 2021

Duro De Amar: Capítulo 64

 –¿Y cómo vas a forzarlo a querer a su hijo? –seguía acariciando el pelo de Nicolás y apoyada sobre el hombro de Pedro. 


Ya conocía muy bien a ese hombre, llevaba durmiendo con él casi un mes. Conocía su cuerpo, su sonrisa, su risa, la profundidad de su capacidad para amar..., pero también conocía su miedo. Según él, le había fallado a su hermana y volver a comprometerse a cuidar de alguien... Paula sabía que no podría; sabía que cuando pasaran los seis meses la dejaría marcharse y dejaría que Nicolás se marchara también. ¿Servicios sociales o la responsabilidad de Pedro cuidando otra vida? Pero si él no podía hacerlo, entonces, ¿Quién? La pregunta vagaba por su mente en busca de una respuesta. ¿Quién? Tal vez ella podría. Estaba empezando a querer a ese niño necesitado, ese niño que era tan valiente y que estaba tan solo. ¿Estaba loca? ¿Cómo iba a hacerlo? Ni siquiera era residente de ese país. ¿Llevarse a Nicolás a los Estados Unidos...? Seguro que era imposible que una mujer norteamericana pudiera adoptar a una niño australiano de once años. Imposible. Y Nicolás tampoco querría. «Hace falta un mundo»... O dos personas. ¿Pedro y ella? Pero él no podía comprometerse, ni siquiera solo con ella.


–Necesito ir a dar un paseo.


–¿Sin nosotros? –le preguntó desolada.


–Sin ustedes. Paula, algunas cosas son demasiado complicadas.


El camino de vuelta a casa lo hicieron en absoluto silencio. Paula había esperado que el comentario de Nicolás hubiera sido un medio sueño, algo que olvidaría al despertar, pero después de aquello el niño mostró un silencio nada habitual en él, como si se estuviera preparando para volver a casa. O, mejor dicho, a casa de Brenda, porque todos sabían que él no consideraba la casa de Brenda su hogar.


–No van a hacerlo, ¿Verdad? –preguntó con una voz casi asustada que derritió el corazón de Paula porque sabía qué le estaba preguntando. Le preguntaba si se ocuparían de él.


–Nicolás, yo voy a volver a Estados Unidos –le dijo mirando el gesto adusto de Pedro antes de desviar la mirada rápidamente–. Solo estaré aquí un poco más de tiempo. Mi familia vive allí.


–Nosotros podríamos ser una familia –era una súplica desesperada, pero su expresión decía que sabía muy bien cuál sería la respuesta.


–Colega, tu padre es tu familia –dijo Pedro acercándose y agarrándolo por sus delgados hombros. Había pretendido que fuese un gesto que lo reconfortara, pero el niño se estremeció, como si supiera lo que le iba a decir–. Paula tiene a sus padres en Nueva York, tú tienes a tu padre en Brisbane y volverá. Y yo tengo mis caballos. No encajamos los unos con los otros.


«Pero podríamos», pensó Paula por muy aterradora que resultara la idea. Adoptar a un niño de once años... ¿Con Pedro? «Hace falta un mundo»... Pero si tuviera a Pedro, lo consideraría su propio mundo.


–Todo irá bien –aunque, por supuesto, no era así.


El niño se giró y echó a correr.


–¡Deja que te lleve a casa! –le gritó Pedro, pero ya se había ido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario