lunes, 16 de agosto de 2021

El Candidato Ideal: Capítulo 3

 —¿Qué puedo decir? Creo que ya he demostrado que no estoy hecho para ser un buen marido.


Lo dijo con una sonrisa torcida, pero la realidad de la situación no era como para reírse. El sentimiento de vacío que había experimentado al dejar a Catalina en la guardería aquella tarde no había hecho más que aumentar desde entonces. Macarena suspiró con resignación y le acarició la mejilla.


—Eso no es verdad, cariño. Es sólo que no eres el marido ideal para mí.


Aquello le hizo sonreír. A pesar del «Malentendido» que lo había llevado a pensar que ella era perfecta para él, era una buena mujer y muy perspicaz, también. Era cierto: por más que los dos hubieran intentado creer lo contrario, por distintas razones, ella no era su mujer ideal. Macarena le dió un cachete cariñoso en la cara, antes de sentarse al lado de una joven vestida de negro de pies a cabeza. 


Pedro había oído que la abogada de Macarena peleaba duro, que no le gustaban los hombres y aquella mujer desde luego parecía tener el perfil. Con su ropa oscura, el pelo negro y corto engominado de punta, y los ojos enormes enmarcados por unas pestañas muy maquilladas, casi daba miedo. Casi. A través de las frías cartas que Ariel le había hecho llegar de parte de la señorita Chaves, la había imaginado como una solterona mayor y entradita en carnes, con el pelo gris recogido en un moño y vestida con un traje azul marino abotonado hasta la garganta. Pero aquella chica con cara de enfado podía superar incluso la imagen de la solterona.


—Pedro —dijo Ariel, como si le estuviera leyendo el pensamiento—, ésta es Karen, la ayudante de la señorita Chaves.


Entonces aún podía estar en lo cierto; puesto que sólo estaban ellos cuatro en la sala, la vieja solterona podía estar en su despacho, preocupándose por sus gatos y oliendo a naftalina y al ron que bebía a escondidas. Pedro sonrió ante la idea. Paula llegó a la puerta a tiempo para ver la sonrisa de Pedro y quedar nuevamente desconcertada. Había visto aquella brillante sonrisa en televisión en innumerables ocasiones a lo largo de los últimos años. Ya fuera levantando un trofeo de golf o haciendo de maestro de ceremonias en algún acto benéfico a favor de los niños, aquella sonrisa sencilla y despreocupada había bastado para quitarle la tentación de cambiar de canal. Observó en silencio que Karen era, en teoría, la destinataria de aquella sonrisa.


—Karen —dijo Pedro con una voz profunda y tentadora que hacía olvidar todas sus características negativas—, es un placer conocerte.


Pero Karen, gracias a Dios, permaneció totalmente indiferente: Estrechó la mano que le ofrecía Pedro de forma totalmente mecánica para frotársela después con la otra mano y borrar así cualquier signo de su contacto. Paula tuvo que contener una carcajada. La mirada de Ariel se encontró con la de Paula y ella supo que había llegado el momento de enfrentarse al enemigo. Karen también la miró en aquel momento y se apresuró a tomar la bandeja de bebidas de sus manos.


—Paula Chaves—dijo Pedro—, le presento a mi cliente, Pedro Alfonso.


Ella se puso recta y se alisó el vestido. «No es más que un bruto insensible», se recordó a sí misma, «y vas a machacarlo» Y en el momento en que el hombre en cuestión se volvía hacia ella, un par de niños gemelos de menos de un metro de alto entraron como un torbellino en la sala, gritando:


—¡Paua! ¡Paua! —exclamaron al unísono.


Los dos saltaron a sus piernas subiéndole el vestido por encima de las rodillas y haciendo que ella tuviera que separar las piernas para no perder el equilibrio. ¡Se acabó la primera impresión de seriedad y firmeza que había deseado causar a sus oponentes! Aquello no era lo que Pedro estaba esperando. Ella no era una solterona de pelo canoso ni se parecía en nada a ningún otro abogado que hubiera conocido. Paula Chaves era alta y delgada como un junco y llevaba un vestido azul oscuro que se ajustaba a sus curvas y que en aquel momento dejaba ver unas piernas de modelo. La chaqueta a juego reposaba inerte sobre el respaldo de una silla.

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