viernes, 20 de agosto de 2021

El candidato Ideal: Capítulo 14

 —Bien hecho entonces —¿Podía ser aquel gesto que asomaba por sus labios, una sonrisa?


—Si resulta que mi decisión tiene... Efectos colaterales, te compensaré por ello. ¿Qué quieres? ¿Una caja de botellas de vino?  ¿Entradas para el boxeo? ¿Mi cabeza pinchada en una lanza? ¿Qué necesito para que te pongas de mi parte?


Por fin se vió la sonrisa completa.


—¿Quiere que me ponga de su lado?


Pedro asintió con la cabeza. Tenía la sensación de que si no era así, Karen podía ponerle las cosas difíciles.


—Entonces póngase del lado de Paula —dijo Karen, relajándose lo suficiente como para darle una palmadita en el brazo antes de continuar su camino hacia el trabajo. 


Pedro la observó pensando que ella había tenido una idea mejor aún que la de él.




Cuando Karen llegó a la oficina, Paula ya se había duchado y cambiado. Se había puesto un vestidito negro mucho más apropiado con unos zapatos de tacón de aguja y estaba luchando para dominar su temperamento.


—¿A qué hora tengo la primera cita de hoy? —preguntó Paula.


—Ahora. La señora Carmen Gold está aquí ya. Es carne fresca, así que ve con cuidado. Parece nerviosísima —cerró la agenda y preguntó—. ¿No has tenido clase de Pilates esta mañana?


—Sí.


—¿No se supone que esas clases son útiles para combatir el estrés?


—Sí.


—¿Y crees que le estás sacando provecho al dinero que te cuesta?


Paula se detuvo y miró a su ayudante, que parecía muy ocupada observándose el flequillo con ojos bizcos. Se sentó con decisión sobre la esquina de su mesa y dejó caer las manos entrecruzadas sobre su regazo.


—He tenido una visita esta mañana después de clase que ha arruinado el buen trabajo de mi monitor.


—Eso no me parece justo. Tal vez debieras decirle al señor Alfonso que te devuelva lo que te cuestan las clases.


Paula se quedó mirándola asombrada.


—Tal vez. Lo que me ha sugerido es del todo ridículo.


—La idea de la transformación me sorprendió al principio, pero ahora no me parece tan mal.


—Nada se te escapa, ¿Verdad, Karen? —dijo Paula, perpleja.


—Nada en absoluto. Y tú deberías estar agradecida. Pero lo harás de todos modos, ¿Verdad?


—Por supuesto que lo haré. Él casi me retó, y ya sabes que yo no puedo resistirme a un duelo.


Si pudiera encontrar a Pedro Alfonso una mujer con la que asentarse, una mujer que lo centrara y que le demostrara que el matrimonio era algo que podía funcionar... Qué gran logro sería. Y que reafirmación.


—Lo que no entiendo es cómo te enteraste de que te estaba retando con ese estupendo trasero que tiene.


Eso lo decía la mujer que la semana anterior había pregonado a los cuatro vientos que los hombres sólo servían para acabar con la autoestima de las mujeres.


—Y yo no puedo entender que te fijaras en ese estupendo trasero que tiene.

No hay comentarios:

Publicar un comentario