miércoles, 4 de agosto de 2021

Duro De Amar: Capítulo 46

La noche se cerró alrededor de ellos. La tranquilidad dió paso a la intimidad y la intimidad al deseo. Pero aun así...


–No quiero hacerte daño –dijo Pedro en el silencio y el mundo de Paula se detuvo en seco.


–¿Cómo podrías hacerme daño?


–Yo no... Me acerco.


–Pues será mejor que te apartes, porque parece que estamos muy cerca.


–Debería.


–Y creo... Que yo también.


Ninguno de los dos se movió. Quería, más de lo que había deseado nunca nada, tomar su rostro entre sus manos, llevarlo hacia ella y besarlo, pero él estaba quieto y callado. Su rostro era adusto y pensó que en su interior estaba librándose una batalla. Había dado un beso, le habían dado un beso, pero si ahora iba más lejos... Si ahora lo besaba, acabaría en su cama. Estaba segura de ello. ¿Era lo que quería? Tal vez sí, pero quería más. Eso era más que físico, aunque no quería que fuera a más. Pedro tenía unas heridas que ella no tenía esperanza de sanar. Si le permitía llevarla a su cama, eso empeoraría las cosas. Estaría allí cinco meses, ese trabajo era importante para ella. Si lo que sucedía entre los dos explotaba, tendría que marcharse y ¿Qué esperanza le quedaría entonces? ¿Qué esperanza de llegar hasta él si ponía eso en peligro? Mientras se miraban bajo la luz de la luna y el ornitorrinco seguía moviéndose por el agua a sus pies, las ideas se le agolpaban en la cabeza. Pedro la deseaba. Podía verlo en sus ojos y en su cuerpo, que parecía tenso de deseo. Pero estaba conteniéndose. Sabía que si la besaba...


–¿Puedo decirle a Nicolás que puede montar un caballo mañana? –preguntó con una voz que sonó desesperada.


¿Por qué le había preguntado eso? Porque él tenía que preocuparse por el chico.


–No –se apartó de ella de un modo casi imperceptible, pero que ella notó.


–¿Por qué no?


–¡Porque el niño necesita un padre! –respondió tan bruscamente que Paula se tambaleó y el animal del agua se alejó en silencio y desapareció en la oscuridad. Él bajó la mirada–. ¿Ves lo que has hecho? Ahora que lo he asustado, puede que no vuelva a comer esta noche.


–A mí también me has asustado.


–No estás asustada. Estás como avasalladora.


–Sí –admitió–. Y deberías acostumbrarte a esto.


–Lo creas o no, ya estoy acostumbrado, pero no voy a dejar que me convenzas para hacer algo que resultaría un desastre.


–¿Qué tiene de desastre dejar que Nicolás monte a caballo?


–¿Cómo voy a decirle que ya no puede montar más cuando te vayas?


–¿Tendrías que hacerlo?


–Sí –se pasó una mano por el pelo–. Sí, tendría que hacerlo. Claro que sí. Maldita sea, Paula...


–Se trata de complacer a un niño dejando que monte a caballo, solo eso.


–Los dos sabemos que es más que eso. Tú misma lo has dicho, Brenda no es su verdadera madre y no actúa como tal. Está desesperado por tener una figura paterna. Cuando su padre vuelva en sí...


–¿Crees que eso puede llegar a pasar?

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