viernes, 27 de agosto de 2021

El Candidato Ideal: Capítulo 30

Su corazón la arrastraba de nuevo hacia él. Deseaba decirle lo que pensaba de él: Cuánto la había atrapado su bondad innata, mucho más que sus encantos y su belleza.


—No se trata de lo que quiero yo, sino de lo que necesitas tú.


El intercomunicador volvió a sonar:


—Paula, Carmen Gold ha venido a verte.


—¿No la lleva otro abogado?


—Parece que sólo quiere hablar contigo.


Aquello le hizo sonreír. Los socios no podían hacer nada para evitar eso.


—Dile que ahora salgo.


Paula sonrió a los dos hombres.


—Chicos, los tengo que dejar un momentito. Hablen, empiecen a conocerse. Volveré en cuanto pueda.


Bruno le lanzó un beso y sacó una enorme cinta métrica de su bolsillo.


—Vamos a tomarte medidas. ¿De qué lado cargas?


Paula le guiñó un ojo a Pedro desde la puerta. Karen parecía muy ocupada. Cuando finalmente paró de teclear se volvió hacia ella.


—¿Por qué le haces pasar por esto?


—Bruno es el mejor.


—¡Es un tío rarísimo!


—Karen...


—Lo siento. Tienes razón, si hay alguien que pueda transformarlo en Mister Chico Majo ése es Justin. Pero, ¿Qué va a cambiarle a un hombre tan fantástico?


—Karen, ¿Dónde está Carmen?


—En la biblioteca.


—Gracias. Volveré enseguida, y no los molestes a no ser que oigas gritos. ¿Prometido?


—Prometido.


Paula corrió al encuentro de Carmen, que había pasado por la peluquería, se había maquillado y llevaba ropa nueva.


—¡Carmen! ¡Estás fantástica!


—¿De verdad?


—¡Claro que sí!


—Esperaba que Jorge pensara lo mismo, pero quería hacer la prueba contigo primero.


Paula tragó saliva mientras las dos tomaban asiento.


—¿Has hecho esto por Jorge?


—Por supuesto. Quiere volver a casa y no quiero que se arrepienta de ello.


El corazón de Paula se rompió en mil pedazos. Había presenciado aquello en mil ocasiones distintas y nunca funcionaba. Tenía que convencer a Carmen de que siguiera adelante.


—Es cosa de la prensa —siguió Carmen—. Había estado viendo a esa señora, pero no había ido más allá de un par de cenas. No ocurrió nada y ahora quiere volver conmigo.


Paula conocía a otra persona que también había tenido que soportar el acoso de la prensa amarilla.


—Paula, no sé qué hacer... Ayúdame.


—Carmen, llévalo a cenar —Paula, la abogada que nunca había perdido un cliente por que volviera a los brazos de su esposo, no podía creer lo que estaba a punto de decir—. Escucha lo que te tenga que decir, con la cabeza y con el corazón. Y yo estaré de tu lado sea cual sea la decisión que tomes.


Carmen rompió a llorar en los brazos de Paula.


—¡Muchas gracias! ¡Estaba segura de que me dirías que no debía hacerlo, pero me alegro tanto de lo que me has dicho! Deséame suerte.


Y Paula le deseó toda la suerte del mundo antes de verla salir bailoteando de la biblioteca.

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