lunes, 16 de agosto de 2021

El Candidato Ideal: Capítulo 1

Sólo acariciando su cristal antiestrés favorito Paula conseguía mantener a raya su creciente impaciencia. «Llega tarde», pensó, sonriendo despreocupadamente a las otras tres personas que se sentaban con ella alrededor de la mesa de conferencias. «Más bien, muy tarde» Estaban esperando la llegada de Pedro Alfonso, un ex golfista profesional convertido en casanova profesional; era el eterno prometido y, sin embargo sólo había llegado al altar una vez, aguantó seis meses y si todo seguía el plan de Paula, pronto sería el ex marido de su cliente. Antes de hacer algo inapropiado y desahogar su frustración a gritos, se levantó y se dirigió a la puerta.


—Puesto que parece que vamos a estar aquí un rato... —dijo con un tono de voz muy moderado— ¿A alguien le apetece tomar algo?


Karen, su asistente, vestida de negro de la cabeza a los pies, como de costumbre, pidió café, negro también, por supuesto. Macarena, la cliente de Paula, se irritaba con facilidad. El golpeteo de sus largas uñas pintadas contra la mesa conseguía imponerse a la música ambiental procedente de unos altavoces ocultos en la sala. Pidió un expreso largo extra fuerte y Paula se preguntó si la mesa resistiría sus atenciones una vez que esa cantidad de cafeína entrara en su cuerpo. El abogado de Pedro Alfonso, Ariel Campbell, sentado en solitario al otro lado de la mesa, parecía hipnotizado por el tamborileo de las uñas de Macarena. Como la cafeína no le sentaba bien, pidió un vaso de agua. Todos parecían nerviosos y tensos, y Paula dudó si no sería mejor pedir una bandeja con valium para todos, o descafeinado como mucho. Con la muy gastada piedra antiestrés en la mano, caminó entre las modernas salas y despachos del bufete Archer Law Firm, en el que había trabajado durante los últimos cinco años, alimentándose de la energía optimista que reinaba en aquel lugar. Saludó a varios clientes que no habían acudido para recibir consejo legal, sino a uno de los numerosos programas ofrecidos por el bufete para ayudarlos a recomponer sus vidas tras un divorcio, como clases de cocina, consejeros familiares y un nuevo plan de citas entre divorciados que ella había contribuido a crear. Con el paso rápido que la caracterizaba, fue derecha al puesto de café que estaba al lado del ascensor.


—Buenos días, Roberto.


Paula se puso de puntillas para inclinarse sobre el mostrador y dar un beso en la mejilla al adorable anciano que llevaba el puesto de café portátil.


—Ahora sí lo son, señorita Chaves. Karen no ha venido a recoger su café de cada mañana y temía que estuviera usted enferma.


—Desde luego que no. Estoy sana como una manzana. Mi secreto es tomar vitaminas cada día.


Mientras Roberto preparaba el pedido, Paula se conformó con prestar atención sólo a medias a la conversación sobre fútbol australiano del anciano. Intentaba luchar contra su deseo de patear algo sólo para desahogarse y dejó rodar el cristal de ágata azul en la palma de su mano, concentrándose en absorber la energía positiva que se suponía irradiaba la piedra. Aparentemente el ágata azul aportaba claridad y serenidad, dos cualidades que seguro necesitaría cuando el futuro ex marido de su cliente apareciese, si aparecía. La puerta del ascensor se abrió y volvió la cabeza sin interés para ver quién llegaba. Como si le hubiera traído el genio del cristal, allí estaba Pedro Alfonso. Y como prueba del buen hacer del genio, aquel hombre se parecía poco al de las fotos borrosas que ella tenía en su expediente; más bien parecía recién sacado de una revista de moda. «Bueno, por fin ha llegado», intentó razonar consigo misma. La mirada «racional» de Paula se fijó primero en su pelo castaño, la piel suave y limpia y los rasgos firmes de la cara. Tenía unas pestañas envidiables que enmarcaban unos seductores ojos de un verde grisáceo. Su boca resultaba provocadora, esbozando casi una sonrisa que hizo que se tuviese que llevar una mano a la tripa para calmar las mariposas que parecían revolotear allí dentro. La reacción que provocó en ella fue instantánea, primitiva y arrolladura, sin que ningún cristal cargado de energía pudiera detenerla.

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