viernes, 27 de agosto de 2021

El Candidato Ideal: Capítulo 28

 —Karen...


—Voy... ¿No puede una divertirse un poquito?


¡Divertirse! Paula se sentó en su silla pensando que eso era lo que necesitaba todo el mundo. Tomó el teléfono y empezó a hacer llamadas pidiendo favores a diestro y siniestro. Poco después apareció Pedro en la puerta de su oficina, acompañado por Karen. Le dió las gracias a su ayudante, que se había pintado los labios con un brillo rosa y se había arreglado el pelo de un modo más femenino que de costumbre. Se quedó sin habla. Karen acompañó a Pedro hasta su asiento y le ofreció, té, café... Paula esperaba que se ofreciese ella también, pero por suerte no lo hizo.


—No quiero nada. Gracias, Karen.


—También tenemos infusiones: Jengibre, manzanilla, poleo...


—Menos aún —dijo Pedro con la mano levantada para detenerla.


Ella soltó una risita nerviosa y Paula por fin recuperó el habla.


—Sí, muchas gracias, Karen. Avísanos cuando lleguen los demás.


—¿Quién va a venir? —preguntó Karen después de asentir.


—Lo sabrás cuando lleguen.


Karen salió, sacándole la lengua a su jefa a espaldas de Pedro. Estaban solos y su sonrisa cortés se transformó en algo totalmente diferente.


—Karen me dijo que era urgente y que me querías aquí enseguida.


Paula cruzó las manos bajo su escritorio, imaginando el cuello de Karen entre ellas.


—Imaginaba que no tendrías mucho que hacer.


—Aquí me tienes, todo tuyo —se recostó en el asiento colocando las manos detrás de la nuca, seguro de sí mismo.


Ella sacó un expediente del armario escondiendo una sonrisa maligna. «Borra esa sonrisa, Pedro... No tienes ni idea de lo que te espera»


—Pensé que, puesto que estabas aquí —«Y que me has echado encima a los socios», pensó—, podríamos empezar con nuestros planes de inmediato.


—¿Has hecho planes? —preguntó él—. ¿Para nosotros? — añadió con voz grave que Paula decidió ignorar.


—No eres el único que tiene ideas —dijo ella, acordándose de su lista—. Según los socios, tú eres ahora mi cliente número uno y tengo que dejar el resto de mis casos para centrarme en tí.


—¿De verdad?


Ella notó la sonrisa en su voz, y no le extrañó, pero siguió relajada.


—De verdad. Por eso he buscado ayuda —estaba ansiosa por mostrársela—. Para demostrarte lo en serio que me tomo este proyecto, he buscado un asistente para que nos ayude a transformarte en un hombre nuevo.


—Bruno está aquí —dijo Karen con voz desolada desde el otro lado de la puerta.


—Dile que entre —tenía los nervios a flor de piel.


—¿Quién es Bruno? —preguntó Pedro, pero antes de que Paula tuviera tiempo de responderle, Bruno entró de puntillas, vestido con una chaqueta de cuero ajustada azul claro, sandalias de plástico rojo y un peinado africano en la melena rubia. No se necesitaba más explicación que ésa.


—¡Paula, cariño! ¡Cuánto tiempo!


Paula se levantó y se dirigió a su invitado, mirando a Pedro, que se levantó también. A pesar de la impresión, era muy educado. Ella dió a su amigo dos sonoros besos.


—Bruno, qué ganas tenía de verte —Paula sintió que Bruno se apartaba de ella; debía haber visto al motivo de su visita.

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