lunes, 6 de abril de 2020

En Un Instante: Capítulo 8

¿El hotel Cold Creek? ¿De verdad?  Pedro miró a Leonardo Dalton intentando comprender una situación que se le escapaba de las manos.

 —Eso es lo que dijo ella, y muy convencida.

El único médico de Pine Gulch no tenía por qué inventarse historias disparatadas, pero nada tenía sentido para él.

—Puedo comprobarlo fácilmente, puedo llamar a Laura.

En circunstancias normales, la esposa de Iván no le daría información de sus huéspedes, pero eso era claramente una emergencia.

—Me dí cuenta de que su coche era del alquiler.

—Sí, hay que devolverlo pronto. Insistió mucho en eso —comentó Leonardo.

—Se aloja en el hotel, conduce un coche de alquiler y se presenta para limpiar mi casa. No tiene ningún sentido.

—Solo te digo lo que ella ha dicho, pero eso no es lo más importante. Si no tiene amigos o familia cerca, como te dijo, no puedo dejar que esa misteriosa mujer vuelva sola al hotel esta noche. Ha sufrido una conmoción cerebral. Va a necesitar a alguien cerca para que se cerciore de que no hay complicaciones. No quiero decir que tenga que pasar la noche en el hospital de Idaho Falls, pero no me gustaría que pasara la noche sola en el hotel.

 Si bien Pedro no entendía por qué una mujer que pagaba una habitación de hotel y conducía un coche alquilado aceptaba el trabajo de limpiadora en un rancho, sí sabía muy bien lo que tenía que hacer.

—Se quedará en la casa del rancho. Puede quedarse en la habitación de Luciana. Así no tendrá que subir escaleras. Abril y yo podemos cuidarla.

 —¿Estás seguro? —le preguntó Leonardo sorprendido—. Ni siquiera la conoces.

Efectivamente, solo sabía que era preciosa, que olía a lavanda y que despertaba su instinto protector. Aunque no creía que Leonardo Dalton tuviera que saber tantos detalles.

 —Se lesionó en mi casa mientras, teóricamente, trabajaba para mí. Si se hubiese lesionado en el rancho Cold Creek, cualquiera de ustedes se habría ocupado de ella. Sergio y Pablo se habrían peleado por cuidarla, salvo que sus esposas se lo hubiesen impedido.

—Tienes razón. En realidad, si mi esposa estuviese aquí, la señorita Chaves se quedaría en nuestra casa, pero Magdalena y su madre se han ido a Jackson para hacer algunas compras de Navidad. Estoy solo y ya tengo bastante con los chicos —el médico sonrió—. Pensándolo bien, te lo cambio. Yo podría ir a River Bow a cuidar a la mujer misteriosa y tú podrías ir a mi casa para ocuparte de tres chicos alterados por la Navidad.

Él se rió. Leonardo y Magdalena Dalton tenían tres de los hijos más encantadores de la zona, pero, efectivamente, tenían mucha energía.

—Es una oferta muy amable, pero no me gustaría privarte de un momento tan especial.

—Bueno, tienes mi número de móvil. Llámame si notas algo, sobre todo, alguna alteración mental o desorientación. Aunque te advierto que está un poco… drogada por los analgésicos.

La advertencia de Leonardo le produjo curiosidad. Paula le había parecido muy reservada cuando estuvo en su casa. Incluso, contuvo las lágrimas a pesar del dolor e intentó ser fuerte. Fue a donde estaba ella sin saber qué podía esperarse. Efectivamente, Paula Chaves estaba drogada y le sonrió de oreja a oreja.

—Hola. Te conozco, ¿Verdad?

Él miró al médico, a quien le costó contener una sonrisa.

—Sí… Soy Pedro Alfonso. Te caíste por mis escaleras hace un par de horas.

 —¡Es verdad! —ella le sonrió—. Eres un vaquero muy guapo. ¿Te lo habían dicho alguna vez?

Leonardo tosió para disimular la risa y Pedro lo miró con el ceño fruncido antes de mirar a Paula.

 —Bueno, últimamente, no.

—Pues lo eres. Créeme. No conozco muchos vaqueros guapos — ella puso un gesto serio—. Tengo que salir más.

Leonardo se rió abiertamente y Federico lo miró con asombro.

—¿Puede saberse qué le has dado?

—Lo siento —contestó el médico—. La dosis ha sido la indicada, pero me temo que hay personas muy sensibles a ciertos narcóticos y algunas veces hay que tenerlo en cuenta.

—Eso parece. Muy bien, Paula, voy a llevarte otra vez al rancho.

Ella fue a levantarse, pero Leandro la detuvo con una mano en el hombro.

 —Tranquila. Traeremos una silla de ruedas para llevarte al coche.

—Puedo ir andando. Me he roto el brazo, no las piernas.

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