miércoles, 22 de abril de 2020

En Un Instante: Capítulo 44

La había besado, pensó Pedro mientras removía los rescoldos de la estufa y de la chimenea del salón antes de comprobar los pestillos y el sistema de seguridad. Era una mujer preciosa y sin compromiso. Él era un hombre sano que llevaba una eternidad sin estar con una mujer. Besarse apasionadamente con ella no era el fin del mundo ni mucho menos. Estaba tomándose ese rechazo peor de lo que debería. Tenía todos los motivos del mundo para que fuese correcto. Paula era su invitada. Además, les había hecho un regalo de un valor inconmensurable para su familia. Podía ser educado e, incluso, afable con ella a pesar de su decepción… y de lo furioso que estaba. Ella no le había pedido que la besara. Él había tomado la iniciativa por su cuenta y riesgo. Aunque ella le había correspondido con un entusiasmo innegable, él no podía molestarse porque hubiese vuelto a levantar las barreras entre ellos. Si bien a su vanidad herida le gustaría ayudarla a hacer el equipaje y llevarla al hotel Cold Creek para que pasara allí la Navidad, sabía que no podía hacerlo. Era un hombre adulto que podía sobrellevar un ligero rechazo. Prefería soportar cierta incomodidad entre ellos a tener que sufrir el remordimiento de pensar que estaba pasando las fiestas sola en la habitación de un hotel porque él se había enfadado. Apagó el árbol de Navidad antes de irse a la cama y la casa le pareció gélida en ese mismo instante, igual que se sentía él por dentro.

-Nunca había visto tanta nieve! —exclamó Paula la mañana de Nochebuena.

Era un mar blanco que cubría vallados, arbustos y todo lo que se encontraba por el camino. Justo enfrente, la nieve se había amontonado hasta el alero de una de las construcciones.

—La nieve amontonada hace que parezca peor de lo que es — comentó Abril con mucha más experiencia de la que debería tener una niña de once años.

 —¿Crees que tu padre estará bien por ahí?

Abril pareció sorprendida por la pregunta, como si nunca se lo hubiese planteado antes.

 —Claro. ¿Por qué no iba a estarlo?

A Paula se le ocurrieron una docena de motivos. Congelación, una avería del tractor, una repentina avalancha… Se estremeció y no quiso seguir pensando en las posibilidades.

 —Supongo que no tienen tormentas de nieve en San Diego —siguió Abril.

—No —Paula se rió— Que yo recuerde, nunca ha nevado, y he vivido allí desde que era muy pequeña. Creo que una vez leí que ha nevado unas cinco veces en ciento cincuenta años. Si llueve dos centímetros en veinticuatro horas, a la gente le entra un ataque de pánico.

 —A mí me encantan las tormentas como esta, sobre todo, en Navidad —comentó Abril dando la vuelta a una tortita como si fuese una profesional.

Esa niña era sombrosa. Ella conocía a más de una profesora que se defendía peor en la cocina que esa niña de once años.

—¿Por qué? —preguntó ella.

—Me parece que papá se toma más tiempo para divertirse. Montamos en trineo, en la moto de nieve y nos tiramos bolas de nieve. Me gusta cuando puede relajarse un poco más —su expresión se entristeció un poco—. Aunque, claro, este año no será lo mismo sin la tía Luciana. Julián y ella no volverán hasta el día de Año Nuevo.

—Estoy segura de que, aun así, pasarás unas navidades fantásticas —replicó Paula intentando poner un tono jovial.

—Seguramente tengas razón. Serán distintas, nada más. Siempre pasamos la Nochebuena juntos y mañana, el día de Navidad, vamos a cenar con los primos. Estoy segura de que todos te caerán bien. Ayer ya conociste a Gabi y a David.

No hay comentarios:

Publicar un comentario