viernes, 24 de abril de 2020

En Un Instante: Capítulo 47

Era una mentira enorme. La idea de pasar las navidades mirando las cuatro paredes de la habitación del hotel, por muy bien decoradas que estuvieran, le dejaba una sensación desoladora y dolorosa, más que por el brazo roto y la cabeza. El contraste entre esa imagen y la Navidad maravillosa y caótica que se imaginaba con la familia Alfonso era devastador. Sin embargo, ¿Qué otra cosa podía hacer?

—¿Es por lo que pasó anoche? —preguntó él.

 —¿Está acusándome de que quiero huir? —preguntó ella sonrojándose.

 —¿Cómo lo llamarías si no?

Ella puso la mano en la rodilla sin poder mirarlo.

—Intenta ponerte en mi lugar. De repente entras en la vida de unos desconocidos por accidente y tu propia torpeza. Abril y tú ya tenían sus planes para las navidades antes de que yo apareciera y lo he complicado todo. Creo que lo mejor sería que volviera al pueblo y los dejara con sus planes.

 Un músculo se tensó en sus mandíbulas y la silla crujió cuando se movió en ella.

—¿Y que nos besáramos apasionadamente hace unas horas no tiene nada que ver con tu repentina prisa para volver al hotel?

El recuerdo de ese beso apasionado fue deslumbrante. Había pasado media noche despierta y reviviendo ese beso; su boca firme y apremiante, sus dedos recorriéndole la piel, esos brazos poderosos que hacían que se sintiera segura y amparada… No se dió cuenta de que estaba mirándole la boca hasta que él separó los labios para tomar aliento. Ella volvió a mirarse las manos.

—De acuerdo. Antes, cuando me sentía una intrusa, ya estaba incómoda, pero ahora todo es más… engorroso.

 —Lo siento —él suspiró con fuerza—. Me considero plenamente responsable, Paula. No debería haberte besado. Eres una invitada en mi casa y, encima, te has lesionado aquí. Me he excedido y lo siento. No deberías sentirte mínimamente incómoda, yo tengo la culpa de todo.

 —No te aparté precisamente… —murmuró ella.

Algo tan brillante como el reflejo del sol en la nieve resplandeció en sus ojos.

 —No, no lo hiciste.

Ella volvió a notar ese calor en las mejillas y supo que tenía que estar tan roja como los adornos del árbol de Navidad.

—Estoy segura de que estarás de acuerdo en que lo mejor para los dos es que vuelva al hotel.

—Es posible que lo sea para tí y para mí, pero ¿Qué me dices de Abril?

—¿Qué pasa con Abril? —preguntó ella con el ceño fruncido.

—Son las primeras navidades que pasa sin su tía. Ya está muy sentimental. Te aprecia y te considera su amiga. Las dos se llevan muy bien, ¿O estoy imaginándomelo?

—No. Es… una joven maravillosa. Lo has hecho muy bien como padre.

 —No puedo atribuirme ese mérito. Una parte es intrínseca a ella y mi familia me ha ayudado con el resto, pero gracias. Las primeras navidades sin Luciana van a afectarle mucho. Si tú también te marchas, ¿Quién sabe? Es posible que la pobre vuelva a sentirse abandonada, y estoy seguro de que no querrías eso.

—Eres rastrero, Pedro Alfonso—replicó ella con los ojos entrecerrados.

Súbitamente, él sonrió y pareció muchísimo más joven.

—¿Quién te lo ha dicho? Estoy seguro de que no han sido mis hermanos.

Ella suspiró y aceptó la derrota. Si bien estaba segura de que él estaba exagerando la reacción de su hija, también reconocía que la niña echaba de menos a su tía en cien maneras distintas. Podría pasarlo mal en las fiestas. Si ella podía hacer algo para distraerla, ¿cómo iba a marcharse?

—Muy bien. Me quedaré unos días más, pero que conste que solo lo hago por Abril.

—Entendido.

Ella quiso añadir que no se besarían ni una vez más, pero no tuvo valor. Antes de que pudiera echarse atrás o preguntarse cómo podría soportar el pasar unas horas más con ellos cuando ya estaban entrando en su corazón, Abril volvió enfundada en unos pantalones para la nieve, un chaquetón, un gorro, una bufanda y unos guantes muy gruesos.

—Preparada. Vamos a darnos prisa antes de que tenga que ir al cuarto de baño o algo así.

—Vaya, menos mal que he terminado de desayunar —comentó Pedro levantándose—. ¿Te apañarás sola? —le preguntó a Paula—. Tardaremos como una hora. Ayer hice lo más gordo.

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