lunes, 20 de abril de 2020

En Un Instante: Capítulo 39

Su huésped se durmió en el último tercio de la película. Se quedó con la cabeza apoyada en el respaldo y la boca un poco abierta. Pobrecilla. Se preguntó si habría podido echar una cabezada mientras él estaba quitando la nieve y preparándose para la próxima tormenta. No lo creía. A juzgar por la animada charla durante la cena, Abril no había callado durante todo el día. Las dos parecían llevarse muy bien. Quizá fuese porque era profesora, pero trataba a Abril con respeto y su hija parecía crecerse por el sincero interés que mostraba. Tenía que acordarse de darle las gracias por haber tapado provisionalmente el hueco dejado por Luciana. Tenía la sensación de que su hija iba a echar de menos a su tía, a su madre suplente en realidad, más de lo que quería reconocer. Sin embargo, se recordó que Luciana no iba a irse muy lejos. Julián y ella tenían una casa a pocos kilómetros, con los dos hijos que Julián había tenido en su matrimonio anterior, y suponía que Abril pasaría tanto tiempo allí como en el rancho. Su hermana quería a Abril de todo corazón y siempre sería parte de sus vidas, pero él sabía que esa etapa nueva en la vida de Luciana iba a ser difícil para su hija. Al menos, gracias a la compañía de Paula, Abril podría pasar las fiestas sin demasiado trauma emocional, hasta que ella también se marchara de River Bow y volviera a San Diego con su dulce sonrisa. No quería pensar en eso, sobre todo, porque la idea de que se marchara le dejaba un vacío en las entrañas que no quería sentir.  La película terminó y Abril se sentó estirando los brazos por encima de la cabeza.

 —Me encanta. ¿A ustedes no? —preguntó su hija en general.

Él se llevó un dedo a los labios y señaló a su huésped, que estaba hecha un ovillo al lado de ella y con los ojos cerrados.

—Ah… —susurró ella con una mueca de arrepentimiento—. Lo siento. No sabía que estaba dormida.

—Ha pasado un par de días complicados —murmuró él—. Se ha encontrado lesionada entre desconocidos y eso tiene que ser bastante agobiante para ella.

Abril la miró pensativamente mientras recogía el cuenco de palomitas y los vasos para llevarlos a la cocina. Él la siguió.

—Me cae muy bien, papá. Está superbién. Nos hemos divertido mucho mientras tú estabas quitando la nieve.

—Gracias por preparar la cena. Ha sido fantástico no tener que pensar qué hacía.

—Paula hizo el guiso. Yo solo he hecho los palitos de pan para acompañarlo.

—Gracias en cualquier caso —Pedro miró el reloj de la cocina—. Caray, no me había dado cuenta de que fuese tan tarde. También tienes que irte a la cama.

—Solo son las diez y media y mañana no tengo colegio —replicó ella con una mueca de fastidio.

—No, pero es posible que necesite que me ayudes a despejar los bordillos de aquí y, a lo mejor, de los Turner y los Hansen —le explicó él refiriéndose a los vecinos ancianos.

Abril manejaba muy bien la pala y, normalmente, le divertía.

—De acuerdo —aceptó ella inmediatamente—. Oye, como mañana es Nochebuena, ¿Podríamos ir a montar en trineo si deja de nevar?

 —Ya te llevé con tus amigas el fin de semana pasado. ¿De verdad quieres volver?

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