lunes, 20 de abril de 2020

En Un Instante: Capítulo 36

 Unas horas más tarde, estaba sentada a la mesa de la cocina, con Trípode a sus pies, y observaba a Abril que hacía palitos de pan con una masa que había mezclado ella misma. Al parecer, era una de las especialidades que había aprendido de su tía.

—Nunca puedo hacerlos regulares —se lamentó Abril—. Mi tía Luciana los hace muy bien, pero a mí siempre me quedan más gordos por un extremo aunque los haga con todo el cuidado del mundo. Pero da igual, papá se los come estén gordos o no.

Ella sonrió, pero no pudo evitar mirar por la ventana para intentar verlo. Llevaba mucho tiempo fuera. Abril no parecía preocupada, pero ella no podía evitar buscarlo, aunque no podía ver a más de un par de metros. Naturalmente, había visto noticias de tormentas que asolaban Estados enteros y lo había leído en libros, pero se había criado en el clima templado y constante de San Diego y no estaba preparada para la inclemencia de un sistema de bajas presiones. Lo que siempre le había parecido algo abstracto, estaba convirtiéndose en una realidad cada vez más gélida y ventosa. No podría volver al pueblo esa noche ni, probablemente, la siguiente. Eso debería molestarle, pero, a pesar de la preocupación por Pedro, había disfrutado mucho la tarde que había pasado en la cálida y acogedora casa del rancho. Abril y ella, con la chimenea del salón crepitando alegremente, habían trabajado juntas hasta que terminaron la manta. Ella no era una experta, ni mucho menos, pero había disfrutado enseñando a la niña. El resultado había sido una manta muy bonita que le encantaría a Pedro, sobre todo, cuando supiera que su hija había trabajado tanto para hacerla.

—Ahora, solo tenemos que dejar que fermenten media hora y luego podemos meterlos en el horno —comentó Abril.

 —Tienen una pinta buenísima. Estoy deseando probarlos.

 La niña sonrió y dejó la fuente con los palitos de pan en la encimera.

—¿Te apetece un chocolate caliente? Mi tía Luciana tiene como veinte mezclas distintas y creo que ha dejado casi todas. Chocolate con menta, con naranja, con caramelo… Lo que quieras. Los pide a una tienda gourmet de Jackson Hole.

—¿Cuál es el mejor?

—Todos son muy buenos, pero creo que el de frambuesa es mi favorito.

—Perfecto. El de frambuesa me parece muy bien. ¿Puedo ayudarte?

—No —contestó Abril haciendo una mueca—. Si fuese a hacerlo con nata batida y esas cosas, quizá necesitase ayuda, pero si no, es super fácil. Solo hay que calentar el agua en el microondas y añadir la mezcla.

El sistema complicado le pareció maravilloso y esperó conseguir que Abril le diese la receta antes de que volviera a San Diego, pero, en ese momento, el chocolate con frambuesa le pareció fantástico. Se levantó para tomar cuatro ibuprofenos del frasco que había junto al fregadero, se sirvió un vaso de agua y se los tragó justo cuando una ráfaga de viento hizo que los copos de nieve golpearan con mucha violencia contra el cristal de la ventana. Se estremeció.

—¿Crees que no la pasará nada a tu padre?

Abril miró hacia la ventana y la ventisca.

—Es un ranchero. Está acostumbrado al mal tiempo. Es parte de su vida.

A ella le pareció un comentario muy juicioso para una niña que todavía no tenía doce años.

 —¿Podrá volver para la cena?

—Sí. Estoy segura de que volverá enseguida. Algunas veces vuelve a salir después de cenar, pero, con tanta nieve, es posible que lo deje hasta mañana temprano.

Esa forma de vida le parecía tan desconocida como la de la una bailarina de kabuki, pero tenía un ritmo y una tranquilidad que la atraían.

—¿Te gusta vivir en un rancho?

Abril arrugó la frente como si no lo hubiese pensado jamás.

—Claro. Quiero decir, ¿Qué hay que no pueda gustarme? Llevo montando a caballo desde los tres años. Tengo uno mío y todo. Me encanta ir a reunir el ganado en primavera y otoño y siempre hay perritos y gatitos nuevos en el establo para jugar con ellos. Es difícil aburrirse cuando hay que hacer tantas cosas.

 Esa niña competente y adulta para su edad le dejó delante una taza con chocolate caliente.

—Quiero decir, sería fantástico tener un centro comercial más cerca que el de Idaho Falls, y más grande que ese. Y es posible que también me gustara poder ir a la playa de vez en cuando, pero no cambiaría esto por nada.

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