viernes, 24 de abril de 2020

En Un Instante: Capítulo 46

Abril y ella estaban terminando las tortitas cuando oyeron unos pasos y la puerta del cuarto contiguo que se abría.

—Es papá. Será mejor que haga algunas tortitas más, le gustan calientes.

Abril se levantó de un salto y ella hizo un esfuerzo por mantener la calma. Un segundo después, él entró con una camiseta verde de manga larga y unos vaqueros desgastados que le colgaban de las delgadas caderas. Además, debía de haber salido con prisa porque no se había afeitado y la sombra de una barba incipiente hacia que estuviera desaliñada y amenazadoramente atractivo.

 —¡Hola, papá! No te esperaba hasta la hora del almuerzo. ¿Ya has terminado?

 Él sonrió a su hija, una sonrisa que podría haberla incluido a ella, pero no fue una sonrisa tan cariñosa como podría haberlo sido el día anterior.

—No. He terminado aquí, pero me ha parecido que era un buen momento para tomarme un descanso. He venido a beber un café y a ver si estabas preparada para ayudarme con los caminos de los vecinos.

—¡Claro! —exclamó Abril con un entusiasmo que a Paula le pareció increíble—. ¿Quieres tomarte unas tortitas y una salchicha antes?

—¿Acaso tienes que preguntarlo?

 Abril se rió y vertió más masa en la plancha caliente. Ella se imaginó el combustible que se necesitaría para conservar las fuerzas durante todo un día haciendo un trabajo tan físico como el de ranchero.

—¡Casi se me olvida! ¡Feliz Nochebuena! —le felicitó él a su hija.

Destry sonrió mientras daba la vuelta a las tortitas.

—Es lo mismo que iba a decir yo. Creo que me gusta más Nochebuena que Navidad. Me paso todo el día muy emocionada. Vamos a ir a montar en trineo, ¿Verdad?

 —Eres implacable, cariño. No he tenido tiempo de ver cómo está el trineo, pero te prometo que veré qué puedo hacer. Eso sí, después de que hayamos quitado la nieve.

 —Lo sé. Trabaja mucho y podrás jugar mucho. Me lo dices todos los días.

 —Y tengo que decírtelo el doble en Nochebuena.

Abril resopló y puso las tortitas en un plato.

—Toma.

Él le sonrió con cariño cuando se acercó con el plato.

—Tengo que ponerme la ropa interior larga —comentó su hija.

—Puedes terminar el desayuno antes. No voy a marcharme sin tí.

—Estoy llena —replicó Abril—. Me he comido como cuatro tortitas y tres trozos de salchicha. Tendré suerte si entro en los calzones largos. Además, quiero terminar el trabajo para que podamos pasar a la parte divertida cuanto antes.

Abril dió un sorbo de leche, se limpió la boca con una servilleta y se marchó corriendo de la cocina. Entonces, cuando desapareció con toda su energía y dulzura, se hizo un silencio sepulcral. Era la primera vez que lo veía desde el beso y no sabía qué decir ni a dónde mirar.

 —Mmm, ¿Has tenido la ocasión de quitarle la nieve a mi coche de alquiler?

Él se quedó con la taza de café a medio camino de la boca.

 —Sí. ¿Vas a ir a alguna parte?

Ella se dió cuenta de que estaba dándole vueltas a la servilleta e hizo un esfuerzo para parar.

—El cielo está despejado y no parece que vaya a nevar. No veo ningún motivo para que no vuelva al hotel durante el resto de mi estancia, ¿Y tú?

 Él dejó la taza con mucho cuidado y la miró con detenimiento. Ella notó que las mejillas le abrasaban, pero esperó que no estuviese ruborizándose.

 —Creía que te habíamos convencido para que te quedaras.

—Fue una invitación maravillosa y la agradezco sinceramente, pero es que… Es que es Nochebuena. Estoy metiéndome donde no me llaman, Pedro. Han sido más que hospitalarios, pero no puedo evitar pensar que sobro en sus celebraciones de Navidad.  Tenía pensado pasar sola las fiestas. No me importa. Estaría más cómoda en el hotel.

No hay comentarios:

Publicar un comentario