lunes, 27 de abril de 2020

En Un Instante: Capítulo 54

Sin embargo, no había sabido elegir una mujer cariñosa que fuese su madre. Por su mala elección, ella siempre tendría un vacío donde debería haber estado su madre. Le gustase o no, ella había sufrido otro revés emocional por el matrimonio de Luciana ¿Cómo sobrellevaría otra pérdida, aunque fuese reciente, cuando Paula volviera a San Diego? Se acordó de esos momentos en el trineo, cuando la conexión vibraba entre ellos. Estaba empezando a quererla mucho y la idea lo aterraba. No lo había buscado. Si alguien se lo hubiese preguntado, le habría respondido que estaba contento con su vida y que no necesitaba a nadie.  Su matrimonio con Melina había sido un jaleo de tal calibre que había decidido que eso no estaba hecho para él, que prefería no tener pareja, criar a su hija y llevar el rancho, que quizá algún día, cuando Abril estuviese en el instituto o algo así, podría empezar a plantearse la posibilidad de tener una relación, algo sólido, fácil y cómodo. Hasta que Paula había irrumpido en su vida con esos ojos cálidos y esa sonrisa tan dulce. Lo tenía complicado. No podía estar en la misma habitación que ella sin querer besarla y acariciarla. Apartó su plato. Esa Nochebuena mágica con ella solo había servido para confirmarle lo vacía que era su vida el resto del tiempo.

—¿Y ahora? —preguntó Abril—. Podríamos ver Elf otra vez. Paula no llegó a ver el final.

A él le gustaba la película, pero no tanto como para verla dos veces en dos días.

—¿Qué te parece Qué bello es vivir? Es mi favorita.

—Bueno— contestó Abril—. A mí también me gusta. Voy a hacer palomitas de maíz.

 —Acabas de comerte una chuleta. ¿No podemos dejar las palomitas?

—Haré algunas por si nos apetecen más tarde.

Al cabo de un rato, estaban en el cuarto de estar sentados como la otra vez. Él en su butaca favorita y ellas dos en el sofá tapadas con una manta. Le habría gustado haberle pedido a Abril que le cambiara el sitio, pero le pareció que a ninguna de las dos le habría gustado la idea. La película era larga y Paula volvió a quedarse dormida durante la última parte. Era conmovedor ver cómo intentaba mantenerse despierta, pero los párpados se le fueron cerrando hasta que se quedó de costado con la boca ligeramente abierta.

 —Me parece que le cuesta quedarse despierta en las películas — comentó Abril con un susurro.

 —Eso parece —confirmó él.

Quizá ella tampoco hubiese dormido bien después de aquel beso. Era mezquino por su parte, pero eso esperaba. Sin embargo, esa vez se despertó justo antes del final. Él estaba mirándola y le gustó su manera de parpadear con una expresión somnolienta.

—Vaya —exclamó Paula con un bostezo y la voz ronca—. Me encanta esa parte —se frotó los ojos—. Creo que me he quedado dormida.

 —¡Desde luego! —afirmó Abril—. Intentaste no dormirte, pero creo que estabas demasiado cansada.

—¿Cuánto me he perdido?

—No me acuerdo. ¿Papá, tú sabes cuándo se quedó dormida?

Él sabía la escena exacta, pero si lo reconocía, ella se daría cuenta de que había estado observándola detenidamente.

 —Justo cuando George Bailey se da cuenta de que esa casa se habría desmoronado sin él.

 —Y se imagina a su querida esposa como una solterona —murmuró ella sonrojándose un poco.

 Él se preguntó por qué se habría sonrojado.

—Esa película me pone contenta —comentó Abril—. Ya no sé cuál es mi película favorita de Navidad, si Elf o Qué bello es vivir. Las dos son muy buenas.

—No hace falta que lo decidas esta noche. Es más, son casi las once. Deberías acostarte. Acuérdate de que Santa Claus no viene si estás despierta.

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