lunes, 6 de abril de 2020

En Un Instante: Capítulo 9

No llamó ridículo a Leonardo, pero el tono lo daba a entender.

—Es una norma de la clínica. Lo siento, Paula.

—Pues es una norma absurda.

—Se lo comentaré a la directora de la clínica cuando vuelva de Jackson, donde está de compras con su madre —Leonardo se rió—. Soledad, ¿Puedes traer una silla de ruedas? —le pidió a una enfermera.

 Otra enfermera apareció al cabo de un rato con la silla. Leonardo y Pedro ayudaron a sentarla entre los gruñidos de Paula. Mientras Leonardo y la enfermera la empujaban hacia la salida, Pedro fue a acercar la camioneta a la puerta. Habría preferido llevar el todoterreno, que era un poco más bajo, pero la ayudó a subir a la cabina. Cuando estuvo sentada, cerró la puerta y se volvió hacia Leandro.

—¿Hay algo más que tenga que saber?

—Tiene que beber muchos líquidos esta noche y seguir con los analgésicos, aunque puedes bajar un poco la dosis. Seguramente, se quedará dormida por lo que la hemos dado aquí, pero comprueba cada dos horas que sigue lúcida. Te repito que si surge algo, llámame. Estaré toda la noche en casa y puedo llegar a la tuya en un minuto, aunque tenga que llevar a los chicos.

Pedro le estrechó la mano con agradecimiento. Leonardo Dalton había sido una bendición para Pine Gulch. Tenía los conocimientos y un trato que podrían haberlo convertido en un médico de familia muy próspero en cualquier sitio, pero había vuelto a su pueblecito de origen y, desde entonces, Magdalena Cruz, su esposa, y él se habían dedicado en cuerpo y alma a ayudar a la comunidad. Habían financiado con su dinero clínicas gratis para cualquiera que las necesitara.

—No estoy preocupado. Todo irá bien.

—¿Estás seguro? Es posible que Brenda y Laura puedan echarte una mano —replicó él médico refiriéndose a las cuñadas de Pedro.

—Hablaré con la empresa de limpieza de Jackson. Es posible que ellos tengan un número de contacto en la ficha de ella.

—Buena idea. Conduce con cuidado. Creo que la tormenta va a llegar antes de lo previsto. Pine Gulch va a tener unas navidades blancas.

Pedro se montó en la camioneta, se cercioró de que ella tenía el cinturón de seguridad bien puesto y se dirigió hacia River Bow, que estaba a pocos kilómetros del pueblo, entre una ligera nevada.

—Tu camioneta huele a Navidad —comentó ella en un tono adormilado.

Él señaló el aromatizador con forma de abeto que colgaba del retrovisor.

—Puedes agradecérselo a mi hija. Ella se queja de que suele oler a mier… a estiércol.

—¿Tienes una hija?

—Sí. Se llama Abril. Cumplirá doce años dentro de un par de meses.

—Como la de la película con James Stewart.

 —Algo así.

Su difunta ex esposa estaba fascinada con el western Abril Rides Again. Le encantaba ese nombre y él, en aquel momento, habría hecho cualquier cosa por salvar su matrimonio.

—¿Dónde está?

—¿Quién…?

—Tu hija. Abril.

Eso era fácil. Le habría costado más tener que explicarle que su ex esposa se había marchado a los pocos meses de que naciera su hija.

—Se quedó anoche en casa de su prima, pero debería volver esta noche.

—Eso está bien. Yo tengo veinticuatro chicos.

—¿Veinticuatro? —preguntó él boquiabierto y mirándola fugazmente.

—Sí. El año pasado fueron veintidós, pero el anterior tuve veinticinco. Tenía la clase más grande de primaria.

 —¿Eres profesora?

 Ella asintió levemente con la cabeza y empezó a cerrar los ojos.

—Sí —farfulló Paula—. Soy profesora en el colegio de Sunny View. Soy una profesora muy buena.

—No lo dudo, pero creía que trabajabas para la empresa de limpieza.

 Ella frunció un poco el ceño, abrió los ojos con perplejidad y volvió a cerrarlos.

 —Estoy muy cansada y me duele la cabeza —comentó antes de quedarse dormida.

—Paula… Señorita Chaves…

Ella roncó. El misterio se hizo más profundo. Se alojaba en el hotel, conducía un coche alquilado y, al parecer, era profesora de primaria. Sabía que los profesores estaban mal pagados. Quizá hubiese aceptado un trabajo extra durante las vacaciones escolares, pero eso no explicaba ni el hotel ni el coche. El móvil sonó justo cuando tomaba el camino serpenteante que llevaba desde la carretera al rancho.

—Pedro Alfonso—contestó.

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