lunes, 6 de abril de 2020

En Un Instante: Capítulo 10

—¡Señor Alfonso! —exclamó una voz alterada—. Soy Teresa McCall, de la empresa de limpieza de Jackson. Ha habido un error tremendo. ¡Lo siento muchísimo! No se creería el día que hemos tenido aquí.

Él miró a la mujer que estaba dormida a su lado.

—El mío tampoco ha sido una balsa de aceite.

—Todo ha sido un caos desde que llegué por la mañana. Se fue la luz durante la noche y acabamos de recuperarla. Los ordenadores no han funcionado. Acabo de darme cuenta de que tenía mal sus datos. Tenía previsto el servicio de limpieza para mañana. Lo siento mucho. Estoy mandándole a alguien. Le prometo que llegará dentro de una hora y que le solucionaremos todo.

Él volvió a mirar a la mujer que estaba dormida a su lado.

—Un momento. ¿Y Paula…?

Se hizo un silencio.

—La mujer que le he mandado es Karina Parker. Lo hará muy bien. No conozco a ninguna Paula…

—Paula Chaves. Le dejé un mensaje. Estamos volviendo del médico. Se ha roto un brazo y ha tenido una conmoción por una caída.

—Lo siento. No he oído los mensajes con tanto lío. ¿Necesita que también limpiemos su casa?

—No. ¡Ella trabaja para usted! Se presentó esta mañana para limpiar la casa y se cayó por la escalera.

—Eso es muy raro —replicó la mujer con desconcierto y preocupación—. No hay ninguna Paula que trabaje para nosotros y, como he dicho, habíamos confundido las fechas.

—No ha mandado a nadie.

—Sí. Ahora mismo. No esta mañana. Karina Parker es muy eficiente, una de las mejores. Se lo prometo.

 —Entonces, si no ha mandado a nadie para que limpie mi casa, ¿Puede saberse quién es la mujer que está sentada a mi lado con un brazo roto y una conmoción?

—Le aseguro que no lo sé, pero no es empleada mía. ¿Por qué iba a fingir alguien que lo es? Quizá debería llamar a la policía.

Estacionó delante de la casa y se quedó un rato con el teléfono en la oreja. No quería llamar a la policía. En Pine Gulch, la policía era su hermano David. Bastante había tenido con que Iván hubiese acudido a su llamada de emergencia para encontrarse a una desconocida al pie de su escalera. David no pararía de hablar de ese asunto.

—De acuerdo. Gracias. Esperaré a su empleada.

—Una vez más, lamento la confusión. No quiero que crea que llevamos la empresa con tanta negligencia. Además, las vacaciones han sido una locura y todo el mundo quería tener las casas relucientes para celebrar las fiestas y acoger a los invitados que se quedaban a dormir. El colmo ha sido que nos hemos quedado seis horas sin electricidad ni ordenadores.

—No se preocupe. Gracias.

Colgó y miró a Paula. Un mechón caoba le cruzaba la mejilla y resaltaba su palidez. Le encantaría saber qué estaba pasando, pero no quería llamar a la policía. David tenía la fastidiosa costumbre de ocuparse personalmente de las investigaciones y él se sentía muy posesivo con esa mujer. Podía instalarla y si seguía desorientada, podría rebuscar en su bolso para intentar descubrir por qué una mujer que decía ser profesora de primaria en un colegio de Sunny View había decidido limpiar los restos de una fiesta en la casa de un rancho perdido de Idaho. Apagó el motor y rodeó la camioneta hasta la puerta del acompañante.

—Ya hemos llegado. ¿Puedes caminar o te llevo en brazos?

Ella abrió los ojos y volvió a cerrarlos. Al parecer, no iba a contestar nada más. Suspiró, la tomó en brazos y pensó otra vez lo ligera y delicada que era. No pesaba mucho más que Abril. Sin embargo, tampoco le faltaban curvas. Intentó no fijarse y se recordó que era una desconocida misteriosa que había entrado en su casa con fingimientos. Intentó no acordarse del todo el tiempo que había pasado desde que tuvo a una mujer que olía tan bien en los brazos.

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