viernes, 10 de abril de 2020

En Un Instante: Capítulo 16

 De repente, se sintió tan agotada que se le cerraban los ojos. Solo quería volver a dormir para aliviar el dolor de las lesiones y el dolor del corazón, que era peor todavía.

 —¿Sabe cómo la consiguió su padre? —preguntó él—. Durante todos estos años, solo hemos encontrado tres obras de la colección robada. Parece como si surgieran de la nada y no podemos remontarnos al vendedor original. Esta podría ser justo lo que necesitamos para resolver el caso.

No podía decírselo. En ese momento, cuando sentía un dolor tan fuerte, no tenía ni el valor ni la fuerza. Le pediría al abogado que se encargaba del patrimonio de su padre que se ocupara de los detalles, como debería haber hecho desde el principio. Pedro Alfonso acabaría sabiéndolo todo, pero ella no tendría que mirar a esos ojos verdes tan penetrantes mientras se lo contaba.

—Le he contado todo lo que sé. La encontré entre las cosas de mi padre y ahora me gustaría que se la quedasen usted y su familia. Quédese la pintura, señor Alfonso. Por favor, acéptalo como un regalo de Navidad si quiere, pero es suya.

 —No puedo creérmelo. Estoy… impresionado —él sonrió con una alegría que la dejó sin respiración—. Muchas gracias. No puedo expresarle lo que se alegrarán Luciana, Iván y David. Nos ha hecho un regalo que no tiene precio.

 —Yo también me alegro —ella esbozó una sonrisa aunque le dolieron las mejillas—. Estoy muy cansada. ¿Puedo descansar?

—Claro —él tomó la pintura de la cama con mucho cuidado, como si no pudiese creerse que la tuviera en las manos—. Luciana ha dejado mucha ropa. ¿Quiere que le busque un camisón para que esté más cómoda?

—Ya puedo hacerlo yo. Gracias.

—No tiene que darme las gracias por nada después de esto —él señaló la pintura—. Tengo que comprobar cómo está un par de veces esta noche. Le pido disculpas por adelantado porque tendré que despertarla.

 —Disculpas aceptadas.

—Si necesita algo, llámeme —dijo él mientras se dirigía hacia la puerta—. Dormiré en el sofá de la sala de estar.

Ella quiso decirle que no hacía falta, que estaba bien, pero estaba demasiado agotada para discutir. Sobre todo, cuando estaba casi segura de que no le haría caso.


Pedro cerró la puerta con una mano. Con la otra, sujetaba la pintura que había recuperado milagrosamente. Se quedó en el pasillo y la miró preguntándose qué había pasado. Estaba perdido, no sabía qué pensar o sentir. Acababa de pasar algo importante y no era solo que ella hubiese devuelto esa pintura que había creído que no volvería a ver jamás. Había sentido un vínculo entre ellos, algo que vibraba entre ellos. Aunque, quizá, solo fuese fruto de su imaginación. Quizá solo estuviese cansado después de un día raro y complicado.  Llevó la pintura al despacho y la dejó en el asiento que había enfrente de la mesa para que pudiera mirarla. Estaba pintada con el amor de una madre. Se notaba en todas y cada una de las pinceladas. Luciana estaría feliz de que la familia la tuviera otra vez, y ella debería ser quien la tuviera. Sin embargo, él no era quién para regalársela porque les pertenecía a todos como herederos del patrimonio de sus padres, pero podía hablar con Iván y David para que se la regalaran como regalo de bodas.

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