lunes, 6 de abril de 2020

En Un Instante: Capítulo 6

Pedro empezó a respetar un poco más a su hermano al ver su paciencia y competencia con Paula, cómo bromeaba con ella al preguntarle y su eficiencia al ordenar que la subieran a la camilla sin hacerle demasiado daño. Cuando arrastraron la camilla hacia la puerta, él la siguió y agarró el chaquetón y las llaves de la camioneta de camino.

 —¿Adónde vas? —le preguntó Iván con sorpresa.

A él le molestó que su hermano tuviera que preguntárselo.

—No puedo mandarla sola en una ambulancia. Iré y los encontraré en la clínica.

 —¿Por qué? —preguntó Iván sin disimular el desconcierto.

—No tiene ni amigos ni familia por aquí. Además, se cayó en el rancho y me considero responsable de ella.

 Iván sacudió la cabeza, pero no discutió. La camilla estaba llegando a la puerta cuando Paula levantó una mano.

—Un momento.

Ella estiró el cuello como si estuviese buscando a Pedro y él se acercó.

—Todo irá bien —intentó tranquilizarla él—. Mi hermano y los demás médicos de urgencias se ocuparán de atenderte. Además, te prometo que el doctor Dalton, de la clínica, es muy bueno.

Ella arrugó la frente como si no hubiese asimilado lo que había dicho. Iván le había dado un analgésico y parecía como si estuviera intentando luchar contra el efecto para decirle algo.

—Podría… Hay un maletín… en el asiento trasero de… mi coche. ¿Puede meterlo dentro? No debería haberlo dejado tanto tiempo… Con tanto frío. Las llaves están… en mi chaquetón.

 —Claro. Ningún inconveniente.

—Tiene que dejarlo… en un sitio seguro.

Ella cerró los ojos en cuanto dijo la última palabra y él miró a Iván, que se encogió de hombros.

—Parece importante para ella —comentó su hermano—. Será mejor que lo hagas.

—De acuerdo. Los veré en la clínica. Llevaré su chaquetón. Es posible que en el coche encuentre un bolso o algo con datos de su seguro médico.

Se acordaba de que no llevaba nada así cuando llamó a la puerta. Quizá hubiese preferido dejar sus cosas personales en el coche. Encontró el chaquetón y sacó una sola llave con un llavero de plástico de una agencia de alquiler de coches. Frunció el ceño. ¿Un coche alquilado? No tenía sentido. Salió y vio su coche. Era un indescriptible coche plateado que no parecía de alquiler. Encontró un bolso de lona con flores en el asiento del acompañante. Aunque le corroía la curiosidad, no le pareció bien hurgar dentro. Dejaría que ella encontrara los datos de su seguro. En el asiento trasero, efectivamente, estaba el maletín del que había hablado ella y era mayor de lo que había esperado, de unos sesenta por setenta y cinco centímetros. Sintió curiosidad otra vez, pero también se contuvo. Lo guardó en el armario con llave del despacho y luego cerró la puerta del despacho con llave por si acaso. Entonces, se marchó a la clínica para acompañar a una desconocida con unos ojos de un color casi violeta y el pelo más bonito que había visto en jamás. Probablemente, era el día más raro de su vida.

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