viernes, 24 de abril de 2020

En Un Instante: Capítulo 50

-¿Tienes frío?

Paula dejó de mirar la preciosa escena invernal que tenían delante y miró a Pedro, quien sujetaba las riendas del trineo al otro lado del asiento. Él la miró fijamente y ella se sonrojó por algún motivo que no podría haber explicado.

 —No. Tenemos unas cinco mantas encima, ¿Verdad, Abril?

Su hija estaba sentada entre los dos, en el amplio asiento acolchado.

—No sé si tantas, pero no tengo nada de frío.

Aunque había espacio de sobra, a ella le gustaría estar sentada detrás, en la segunda fila de asientos. Lo había propuesto, pero Abril quería llevar las riendas un rato y ni el padre ni la hija habían querido que fuese sola detrás. Como lo más lógico era que compartieran las mantas y se apretaran para darse calor, se habían sentado todos juntos. Pedro llevaba su chaquetón forrado y un sombrero vaquero. Parecía sacado de un anuncio sexy de loción para después del afeitado y sentía un cosquilleo en la piel cada vez que lo miraba.

—¿Y tú? —preguntó ella—. No estás tapándote con las mantas.

—Estoy muy bien —contestó él con una sonrisa indolente que hizo que se le alteraran las entrañas—. Si quieres que te diga la verdad, no se me ocurre ningún sitio donde preferiría estar ahora.

Ella estaba de acuerdo. La noche era fría y despejada, con el cielo tachonado de estrellas y un gajo de luna. La tormenta de los días anteriores habría parecido un recuerdo muy lejano de no ser por la cantidad de nieve que se amontonaba a los lados del camino. Solo se oían los cascos de Bob, el fornido caballo, sobre la nieve, el zumbido de los patines del trineo y las campanillas que colgaban de los arneses. Parecían ser los únicos que habían salido esa gélida noche. Seguramente, todo el mundo estaba alrededor de sus chimeneas cantando villancicos y abriendo regalos. Ella, como Pedro, no se cambiaría por ninguno de ellos.

—Es mágico —comentó Paula—. No dejo de pensar en lo que disfrutarían mis alumnos si estuvieran aquí en este momento.

—No creo que en este momento —replicó Abril—. Seguramente, estarán ansiosos de que llegue Santa Claus y querrán estar en sus casas. A mí me pasaba siempre cuando era pequeña.

—Sigues siendo pequeña para alguno de nosotros —bromeó Pedro llevándose un codazo de su hija—. Ten cuidado con el conductor o acabaremos todos en el suelo —se quejó él entre risas.

—Pues no digas que soy pequeña. ¡Tengo casi doce años!

—Lo sé. Eres una vieja. Vas a necesitar dentadura postiza antes de que te des cuenta.

 Paula sonrió por lo unidos que estaban y casi ni se dió cuenta cuando él se dirigió a ella.

 —Hablas todo el rato de tus alumnos. Parece que disfrutas con tu trabajo.

—Me encanta ser profesora —reconoció ella—. Incluso cuando no estoy en clase, una parte de mi cerebro siempre está pensando cómo puedo incorporar cierta vivencia o conocimiento a mis clases. Me encantaría que Bob y tú estuviesen más cerca, tú también Abril, claro, para que vinieras a clase a darnos una lección sobre caballos, o, mejor todavía, sería fantástico hacer una excursión a un rancho ganadero, ¿Verdad? Aprenderían cómo les dan de comer, cuánta agua necesitan, cómo ha cambiado una explotación ganadera desde que vuestra familia tiene River Bow.

—Estaría muy bien. ¿Conoces algún rancho ganadero en San Diego? —preguntó él.

—No. No sé si hay alguno.

—Los hay. Puedo consultar en alguna de las asociaciones a las que pertenezco para intentar encontrar a alguien por esa zona que esté dispuesto a recibiros.

 —Sería maravilloso. ¡Gracias!

 Vieron un coche que se acercaba en sentido contrario y él volvió a concentrarse en el camino. Ella observó su perfil firme y atractivo.

—Podías traerlos aquí —intervino Abril emocionada—. Sería muy divertido, ¿Verdad, papá?

—Mucho, aunque sería un viaje en autobús un poco largo.

Eso le recordó los alejados que estaban sus mundos, literal y figuradamente, y ella notó que se esfumaba parte de ese júbilo desbordante. Hizo un esfuerzo para concentrarse en lo bonitas que eran las luces de Navidad entre la nieve.

No hay comentarios:

Publicar un comentario