miércoles, 29 de abril de 2020

En Un Instante: Capítulo 59

—Ya está —dijo él dejando el cajón en el suelo—. Llenaré los calcetines mientras tú pones los otros regalos debajo del árbol.

Ella, con cierto asombro, pensó que los padres de todo el mundo estaban haciendo lo mismo. No tardó mucho en hacer su parte y miró a Pedro, más fascinada de lo que le gustaría, mientras él llenaba los calcetines con golosinas.

 —¿Has envuelto tú los regalos? —le preguntó ella mirando los preciosos regalos que había debajo del inmenso árbol.

—Algunos. Supongo que Luciana compró envueltos la mitad y yo envolví el resto. No sé cómo encontró tiempo para pensar en los regalos de Abril en medio de la vorágine de la boda, pero lo hizo. Suele empezar muy pronto y normalmente ha terminado en Acción de Gracias.

—Parece una persona asombrosa.

—Lo es. Creo que te pareces y sé que le encantarías.

El remordimiento le atenazó las entrañas. No tendría la ocasión de conocer a Luciana Alfonso. Cuando volviera de la luna de miel con su marido, ella solo sería un recuerdo para Pedro y su hija, y no sería uno muy agradable.

 —Con este ya está.

 Él colgó un calcetín de un gancho de latón que había puesto en la repisa de la chimenea y volvió a la mesa para rellenar los dos que quedaban, uno para él y otro para ella, supuso Paula.

 —¿Tienes un calcetín para mí?

—Naturalmente —contestó él con sorpresa.

Él lo levantó y ella vió que era un precioso calcetín color vino y tejido a mano.

 —¿De dónde lo has sacado?

—Del desván. Lo encontré en una caja con cosas de Navidad que había ahí. Por eso he tardado tanto —contestó él mirándola con una expresión que ella no supo descifrar—. Era de mi madre y me imaginé que a ella le encantaría compartirlo contigo.

 De su madre… De la mujer que había pintado esas obras tan preciosas que había encima de la chimenea y el retrato de Luciana que rebosaba amor hacia su hija. La madre que no había llegado a conocer a su primer nieto ni a todos los que lo siguieron, fuesen biológicos o adoptados. Se le formó un nudo en la garganta mientras miraba esas manos curtidas colgar el delicado objeto y se le empañaron los ojos. Él la miró con espanto.

—¡Eh…! No llores. No quería alterarte. No quería que te sintieras marginada si no tenías nada en la mañana de Navidad.

—Has sido maravilloso conmigo —replicó ella sollozando—. Nunca había pasado unas fiestas tan felices. Lo digo sinceramente. Gracias por pasarlas conmigo, Pedro. No sé cómo decirte lo bien que me lo he pasado todo el rato.

—Tiene gracia —él se rió—. Parece como si se te hubiese roto el corazón o algo así.

 Estaba haciéndose mil pedazos y él tendría que ver los trozos por el suelo.

—Es que… no me merezco tanta amabilidad y generosidad. Solo soy una desconocida.

—Ya no, Paula. ¿No lo entiendes? Siempre serás bien recibida en River Bow.

Cuánto le gustaría que fuese verdad. Debería contárselo todo en ese momento. El remordimiento de conciencia empezaba a pesarle más de lo que podía soportar. Sin embargo, ¿Cómo iba a estropearle la Navidad? Se lo contaría dentro de unos días y sería sincera con él por primera vez.

—Gracias, y por el calcetín también —ella esbozó una sonrisa forzada—. Has sido increíblemente considerado. Por eso se me han saltado las lágrimas, por tu amabilidad. Aparte, el brazo empieza a recordarme que ha sido un día largo y que debería acostarme.

Él la miró con detenimiento y ella puso un gesto que esperó que fuese de serenidad. Tenía que evitar como fuese que captara el amor y el cariño. Si supiese lo mucho que empezaba a quererles a él y a su hija,todo se complicaría mucho.

—Buenas noches. Feliz Navidad.

—Feliz Navidad.

Ella sonrió, reunió toda la fuerza que pudo y lo besó en un rincón de la boca con una despreocupación fingida. Luego, se retiró antes de que él pudiera abrazarla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario