miércoles, 8 de abril de 2020

En Un Instante: Capítulo 13

Ella quiso discutir, pero no pudo encontrar las palabras entre el dolor y la angustia. Algo debió de reflejarse en su rostro porque él le ofreció un vaso de agua, que ella no había visto, y un frasco de medicamentos.

—También se ha retrasado para tomar el analgésico. Lo siento. Debería habérselo dado hace una hora, pero he tenido un problema en los establos.

Ella no quería tomárselo, no siempre se llevaba bien con los analgésicos, pero tampoco quería soportar el dolor de la cabeza y el brazo.

—Creo que será mejor que me tome medio. Algunas veces… disparato un poco con los analgésicos.

—¿De verdad?

 Él volvió a esbozar una sonrisa muy leve y ella se preguntó qué habría pasado durante ese tiempo que no podía recordar. Él partió la pastilla por la mitad y se la dio. Ella se la tragó inmediatamente y agradeció más el agua que la medicina, al menos por el momento. Vació el vaso y se lo devolvió.

 —Gracias.

—¿Quiere comer algo? Tengo muchos restos de anoche y lleva horas sin comer nada.

—La verdad es que no tengo hambre —contestó ella con sinceridad.

—Le traeré un par de cosas en cualquier caso. Los analgésicos le sentarán mejor al estómago si no está vacío.

Se marchó un momento y volvió con una fuente llena de sándwiches muy pequeños, hojaldres y trozos de tarta que podía comerse de un bocado. También estaba acompañado por el precioso chihuahua que renqueaba sobre tres patas.

 —Su perro es encantador.

—Abril y yo deberíamos cuidarlo, pero ella va a quedarse otra noche en casa de su prima. Se llama Trípode y es de mi cuñado nuevo y sus hijos.

—Hola, Trípode —lo saludó ella.

 El perro se acercó a saludarla con entusiasmo, aunque quizá estuviese más interesado en la fuente que tenía ella sobre las rodillas. Ella tomó uno de los sándwiches, le dio un mordisco y descubrió una especie de ensalada de pollo deliciosa.

 —Está muy bueno.

 —El cáterin fue fantástico —reconoció él.

 Entonces, ella se acordó de cómo había empezado todo.

—¡No terminé de limpiar!

—Ya lo he solucionado con la empresa de limpieza —replicó él mirándola fijamente—. Su verdadera empleada se marchó hace una hora. Me sorprende que no haya oído la aspiradora. Debía de estar profundamente dormida por los medicamentos.

Al parecer, si ya sabía que no la habían contratado para limpiar su casa, no tenía que darle tantas explicaciones.

—He organizado un buen embrollo, ¿No?

—Desde luego, es una mujer misteriosa. ¿Quién es en realidad, señorita Chaves?

 Ella se mordió otro sándwich.

 — Dígamelo usted. Hurgó en mi bolso…

La miró un rato con curiosidad y algo más, algo parecido a un interés masculino, aunque sabía que tenía que estar equivocada. Sabía que tenía un aspecto espantoso porque se había mirado al espejo mientras se lavaba las manos. Tenía el pelo aplastado en el costado donde se había apoyado para dormir, tenía un par de moratones y los ojos parecían fuera de las órbitas.

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