miércoles, 22 de abril de 2020

En Un Instante: Capítulo 42

Ella se sentó y se frotó el cuello.

—Vaya, supongo que eso quiere decir que me he perdido el final de la película.

—Sí, pero a mí no me preocuparía. Abril volverá a verla mañana si quieres ver la parte que te has perdido. Te aseguro que no le importará lo más mínimo.

 Ella se rió ligeramente y estiró el brazo que no tenía en cabestrillo por encima de la cabeza. Él tuvo que hacer un esfuerzo para acordarse deque tenía que respirar.

—Vamos. Te llevaré a la cama. Bueno, te ayudaré a que llegues a la cama.

 Él esperó que ella no se hubiese dado cuenta del desliz, pero se sonrojó muy atractivamente para indicar lo contrario.

—No hace falta —le tranquilizó ella—. Estoy segura de que puedo recorrer los ocho metros que hay hasta el dormitorio de tu hermana.

Él consiguió sonreír cuando, en realidad, quería tumbarla sobre los almohadones del sofá.

 —Obedéceme. Solo quiero cerciorarme de que no vas a tambalearte por la conmoción cerebral.

 —De acuerdo —ella suspiró y se levantó—. Puedes acompañarme hasta el dormitorio si eso va a conseguir que te sientas mejor.

Efectivamente, él sabía cómo se sentiría mejor y sería en un dormitorio. Apretó los dientes para intentar alejar de su cabeza esos pensamientos y la siguió al recibidor.

—Parece que tienes frío —comentó ella—. ¿Has vuelto a salir con este tiempo?

Perfecto. La ventisca era un tema de conversación que le enfriaría los ardientes pensamientos.

—Sí. He salido a comprobar cómo estaba todo antes de acostarme. Ha sido una buena idea. Una rama había roto una ventana del establo y he tardado un rato en arreglarla.

—¿Sigue nevando? —preguntó ella con incredulidad.

 —Eso me temo. Ya hay unos sesenta centímetros. Espero que la gente ya haya hecho las compras de Navidad porque creo que la tormenta va a azotar Pine Gulch durante unos días —contestó él mientras abría la puerta—. ¿Necesitas algo? ¿Un vaso de agua? ¿Algo de comer? ¿Más analgésicos?

 —No, estaré bien. Sobre todo, porque tu hermano me ha traído mi ropa.

 —Perfecto.

Su piel tenía que ser la piel más suave que había visto, tan blanca como la nata y que pedía a gritos que la boca de un hombre la recorriera…

—Mmm… Buenas noches —dijo ella con la voz ronca otra vez.

—Buenas noches.

La miró. Era una mujer cálida y somnolienta y esa conexión ardiente brotó entre ellos. Inclinó la cabeza hacia abajo sin darse cuenta y ella la inclinó hacia arriba. Un solo beso, se dijo a sí mismo. Solo quería comprobar si podía tener un sabor tan delicioso como parecía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario