miércoles, 15 de abril de 2020

En Un Instante: Capítulo 28

—¿Qué pasa? —preguntó ella eludiendo la insinuación de su amiga—. ¿Qué es tan urgente?

 —Ya sabes, un poco de todo. Bueno, la verdad es que tengo una noticia. Una noticia descomunal. Pero no quiero contártela por teléfono. Estés donde estés, reúnete dentro de una hora conmigo en el Fishwife para comer algo y que te lo cuente.

 Ella suspiró al ver la extensión de nieve y las montañas que estaban tan lejos de su restaurante favorito de la playa.

 —Lo siento, pero no puedo. Me temo que vas a tener que contármelo por teléfono. Acabo de desayunar.

 —Bueno, podemos tomar café o un pastel —replicó Florencia en un tono de decepción—. Me da igual. Quiero ver tu cara cuando te lo cuente.

 —¿Tiene algo que ver con cierto profesor de ciencias superiores con el que has estado saliendo y alguna joya con significado sentimental y social que podría haberte ofrecido y tú aceptado?

—Olvídalo —Florencia resopló—. No vas a sacarme nada con esa palabrería de profesora listilla.  No voy a estropear la sorpresa hasta que pueda gritar y abrazar a mi dama de honor en persona. Dime dónde estás y acudiré yo.

—¿No sirve si grito por el teléfono y te doy un abrazo virtual?

—¡No! ¿Puede saberse dónde estás?

Ella suspiró. Quisiera o no, iba a tener que contárselo y apechugar con las consecuencias.

—Lo siento, Flor. Sabes que estaría allí dentro de un minuto para celebrarlo contigo si pudiera, pero no puedo. Debería habértelo contado, pero la verdad es que lo decidí en el último minuto y, además, creía que ibas a pasar las fiestas en Big Bear con la familia de Ariel.

—¿Qué deberías haberme contado?

—Estoy en Idaho.

Se hizo un silencio interminable.

—Perdona, pero la conexión debe de estar mal. ¿Has dicho… Idaho?

 —Sí…

—¿Como las famosas patatas de Idaho?

Ella tuvo que sonreír porque no había visto ni una sola patata desde que llegó allí.

—Sí. Estoy casi en la frontera con Wyoming, en un pueblecito que se llama Pine Gulch.

—¿Y cuál es el resto de la historia?

—Una larga y complicada. Demasiado larga y complicada para que la explique bien por teléfono. Siento no estar allí para celebrarlo con ustedes dos, Flor. Lo siento de verdad.

—¿Vas a dejarme así? Es una canallada.

 —Eso lo dice la mujer que no va a contarme que está prometida si no nos vemos las caras.

 —¿Cómo sabes si estoy prometida o no? Solo son conjeturas.

Ella se rió y se alegró de todo corazón por una de las personas que más quería.

—Tienes razón. No sé nada y probablemente esté muy equivocada.

—Yo sí que no sé nada de lo que estás haciendo allí —Florencia se calló un instante—. Espera… ¿Tiene algo que ver con tu padre?

Se estremeció un poco. Florencia no sabía todo el historial delictivo de su padre, y ella tampoco, pero le había contado suficientes cosas a lo largo de los años como para que su amiga pudiera adivinarlo. Florencia sí sabía que la habían dejado con la complicada tarea de que intentara resolver los asuntos de su padre, pero ella no quería hablar de su familia y dijo lo primero que se le ocurrió porque la cabeza empezaba a palpitarle cada vez más.

—Por cierto, casi se me olvida decírtelo. Cuando vuelva a San Diego, voy a tener que suspender por una temporada nuestros partidos de tenis de los domingos por la mañana. Mmm… Ayer me rompí un brazo o algo así.

 —¿Qué? —exclamó Florencia—. ¿Hay algo más que no me hayas contado? ¿Tienes un marido y también se te ha olvidado contármelo? Además, ¿Cómo se rompe alguien un brazo o algo así?

—De acuerdo, me rompí un brazo, pero es una rotura limpia y estaré bien dentro de unas semanas. No tienen que operarme ni tengo un marido, créeme.

Para su alivio, Florencia se olvidó de su padre y de su presencia en Pine Gulch y no pidió más explicaciones, algo que ella no podía explicar todavía.

 —¡Pobrecilla! ¿Quién está cuidándote? ¿Conoces a alguien en Pine Gulch? Déjame que vaya a buscarte y que te traiga a donde tienes que estar. No iré a Big Bear. La familia de Ariel lo entenderá.

La preocupación de su amiga hizo que se sintiera mucho mejor.

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