miércoles, 1 de abril de 2020

Cambiaste Mi Vida: Capítulo 74

—Feliz Navidad, Pedro —respondió ella con una sonrisa.

Pedro siguió acariciándole la mejilla con el pulgar. Incapaz de resistirse, le rodeó la cara con ambas manos y la besó. Ella suspiró suavemente y le rodeó con los brazos. El momento parecía perfecto, con el árbol de Navidad de fondo, y Pedro no quería hacer nada para romper el hechizo, pero sabía que ella no podría sentirse cómoda durante mucho más tiempo estando de rodillas. La recostó junto a él contra el sillón y ambos se quedaron sentados en el suelo, con ella casi subida en su regazo. Se besaron durante unos minutos con suavidad y aquello fue más mágico que cualquier mañana de Navidad con la que él hubiera soñado de niño. Sentía que el amor brotaba de su alma como las notas de la canción de Paula. Amaba a aquella mujer fuerte y valiente y la necesitaba en su vida. Franco y Valentina también la necesitaban. Todas sus razones para tomárselo con calma e ir despacio parecían carecer de importancia. Sí, aquello podía suponer otro cambio importante para todos, pero sabía que sus hijos eran fuertes. Además a ambos les caía bien Paula. Incluso Valentina se lo había dicho después de la noche de pizza. No tardarían en quererla también.  Finalmente ella  se apartó con brillo en los ojos. Abrió la boca para hablar, pero después debió de decidir que no quería romper la paz del momento. Se giró entre sus brazos para mirar a Sami. Pasados unos minutos, Tri entró en la habitación, probablemente preguntándose dónde estaría su dueño. El chihuahua se acercó a Sami, que seguía tumbada frente al fuego. Pedro estuvo a punto de llamarle para disuadirlo, pero Sami empezó a mover el rabo y se movió ligeramente para olisquear al otro perro. Tri le lamió la boca y después se acurrucó a su lado.

—Mírala —dijo Paula riéndose.

—La medicación le está haciendo efecto. Imagino que, para cuando los niños se levanten, tendrá tanta energía como ellos.

—Es asombroso. Tú eres asombroso.

Cuando Paula le miraba así, se sentía el mejor veterinario del país. Le dió un beso y, aunque sabía que en parte se debía al agradecimiento, sintió algo más en su manera de besarlo, en cómo le rodeaba el cuello con los brazos. Finalmente supo que no podía quedarse callado por más tiempo.

—¿Crees que supone un conflicto de intereses que un veterinario esté enamorado de la dueña de uno de sus pacientes?

Paula se quedó mirándolo, convencida de que el estrés de la última media hora debía de estar interfiriendo con su capacidad auditiva. ¿Acababa de decir que…? El corazón le dió un vuelco y se sintió incapaz de pensar nada coherente.

—¿Era una pregunta hipotética? —preguntó al fin en voz baja y temblorosa.

Pedro la rodeó con fuerza entre sus brazos y la miró con una ternura que le dejó sin aliento.

—Creo que ya sabes cuál es la respuesta. He estado resistiéndome como loco por un sinfín de razones estúpidas. Pero esta noche, al escucharte cantar, me he dado cuenta de que esas razones no importaban. Te quiero, Paula. No estaba buscándolo. Menos ahora, cuando mi vida es un caos. Me decía a mí mismo que no quería arriesgarme de nuevo. Pero lo curioso es que tú calmas ese caos. No sé cómo lo hiciste, pero entraste en mi vida con tu valentía, con tus perros y con tu sonrisa e hiciste que cambiara todo aquello que creía que deseaba.

—Pedro —murmuró ella, increíblemente conmovida al ver que un hombre que al principio le había parecido frío y taciturno estuviera diciéndole aquellas palabras.

—Creo que empecé a enamorarme de tí el día que viniste a la clínica, decidida a obtener el mejor tratamiento para tu perro. Lo supe con certeza la otra noche, cuando viniste a ayudarme a envolver los regalos de los niños, aunque no te guste la Navidad.

—No sé. Creo que mi perspectiva está cambiando un poco.

Él se rió y volvió a besarla. Cuando ella se apartó segundos más tarde, Sami estaba incorporada, mirando a su alrededor mientras Tri le olisqueaba una oreja. Paula no sabía si su corazón podía albergar más alegría.

—En respuesta a tu pregunta —le dijo a Pedro—, no creo que haya conflicto de intereses siempre que a dicho veterinario no le importe que la dueña en cuestión también esté muy enamorada de él.

—¿Lo está?

—Oh, sí. Te quiero. Más de lo que imaginas. Y a Valentina y a Franco también. Pensaba que estaba satisfecha con la vida que llevo en el rancho, ayudando a Federico, pero durante las últimas semanas me he dado cuenta de que me faltaba algo bueno. Tú. Todo este tiempo creo que he estado esperándote a tí.

Pedro se quedó mirándola durante varios segundos, después le agarró la mano y le dió un beso en la palma.

—Ya estoy aquí. Y no voy a ninguna parte.

Paula no podía albergar más alegría. Sami se pondría bien, al menos por el momento. Era Navidad, el momento de los milagros y de la esperanza, y tenía once Navidades atrasadas con las que ponerse al día. ¿Qué mejor lugar para hacerlo que en los brazos del hombre al que amaba? Le rodeó con los brazos y Pedro se rió suavemente, casi como si no pudiera evitarlo. Después volvió a besarla mientras las luces del árbol parpadeaban y los perros se acurrucaban junto al fuego.

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