lunes, 13 de abril de 2020

En Un Instante: Capítulo 25

Le conmovió su compasión por una niña a la que no conocía. Quizá se debiera a que era una profesora.

 —Es una joven increíblemente equilibrada. Creo que con la ayuda de Luciana y del resto de la familia hemos conseguido darle todo el amor que necesitaba para que creciera sin problemas, aunque no tuviera una madre.

—Es muy afortunada —comentó Paula en voz baja.

—Todos somos muy afortunados de tenernos los unos a los otros. Mis hermanos y sus familias siguen viniendo a comer todos los domingos, aunque esta semana hemos decidido saltárnoslo porque tuvimos la boda el viernes y dentro de unos días es Navidad. Esta semana nos reuniremos para la cena de Navidad. Entonces, podrás conocerlos.

 —En cuanto a eso…

Él sabía que iba a empezar a discutir sobre su presencia en Navidad y no quiso que lo hiciera.

—Les encantará ver la pintura. Anoche se lo conté a mi hermano David. Los dos tenemos mucha curiosidad por saber cómo acabó en manos de tu padre.

Los ojos de Paula dejaron escapar un brillo bastante raro, como de miedo, pero ella miró inmediatamente hacia su plato.

—Yo… no estoy segura. En realidad, no conocí bien a mi padre. Prácticamente, éramos unos desconocidos.

—Ah…

—Mis padres se divorciaron cuando yo tenía cinco años y él se quedó con la custodia de mi hermano, que era unos años mayor que yo. Vivieron casi siempre en Las Vegas e iban muy poco a la costa. Me asignaron dos semanas con él en verano y la mayoría de las veces ni las pasaba. Dejé de verlo casi cuando cumplí los veinte años, por decisión propia.

—El divorcio puede ser complicado para los hijos.

 Él tenía casi la certeza de que ella no hablaba mucho de eso y le emocionó que quisiera hablarlo con él. El viento que aullaba fuera, la nieve que caía, el olor a desayuno hogareño, la calidez de la cocina… Todo eso creaba una intimidad que propiciaba las confidencias.

—Lo veo en mis alumnos —confirmó ella—. Es natural que los hijos se sientan responsables de alguna manera. Además, si se divide a los hijos entre los padres, puede ser un infierno psicológico para un niño. Yo no pude entender durante mucho tiempo que mi padre quisiera a Gonzalo y no me quisiera a mí. Mi madre estaba amargada por el divorcio y por los motivos que llevaron a él. Sabes que algunas personas llevan la amargura en silencio, ¿Verdad? Pues mi madre hacía lo contrario. Cuando por fin se divorciaron, ya odiaba a mi padre y descargaba la rabia todas las noches durante la cena. No soportaba que él se negara a cambiar ni siquiera por ella. Siempre decía… —se calló de repente y se mordió el labio inferior—. Lo siento. No sé por qué estoy divagando de esta manera. ¿Por qué iba a importarte mi familia desestructurada? ¿Quieres más beicon?

Paula se levantó precipitadamente de un salto y se tambaleó. Él, instintivamente, también se levantó de un salto para agarrarla antes de que se cayera o se golpeara el brazo. Se quedaron petrificados. Ella tenía las manos en su pecho y él la agarraba de los brazos. Lo miró con los ojos muy abiertos. Él vió que ella tragaba saliva y habría jurado que, además, le miraba la boca. Una oleada abrasadora se adueñó de él y quiso besarla con unas ganas que lo dejaron estupefacto. Le gustaba la calidez y delicadeza de su cuerpo entre los brazos y solo podía pensar en inclinarse y rozar su boca con la de ella para deleitarse con esos labios que parecían tan increíblemente suaves… Se recordó que ella casi ni lo conocía, que estaban solos en su casa, que ella estaba atrapada allí por el momento… No iba a aprovecharse de eso y, además, seguramente la aterraría si la besaba de repente.

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