viernes, 31 de enero de 2020

Mi bella Embustera: Capítulo 25

 Aquella era la única ocasión en la que de verdad añoraba Arizona. Desde que salió del restaurante, la nieve no había dejado de caer y, aunque la había limpiado antes de irse a trabajar, había al menos quince centímetros en el camino de entrada a la casa. Lo que daría por ver un par de cactus delante de ella, pensó. Lo que daría por los marrones y grises del desierto. En lugar de eso, estaba rodeada de nieve y el viento helado se colaba por el anorak, helándola hasta los huesos. Durante tres días, la Madre Naturaleza había enviado toneladas de nieve a Pine Gulch. No una gran nevada que el Ayuntamiento limpiaría de inmediato con las palas quitanieves sino una lluvia de finos copos que caían a ratos y que había que limpiar continuamente. Paula ya estaba cansada de hacerlo y varios clientes del Gulch le habían recordado que el invierno acababa de empezar. Debía admitir que estaba deseando que llegaran los días de verano, que todo el mundo le había dicho eran espectaculares, y las noches frescas. Durante el verano, en Phoenix normalmente había treinta grados por las noches y era imposible dormir.

—Nosotros solemos pensar que si la gente se queja del invierno, no merece el verano —le había dicho Diana unos días antes.

Paula siguió apartando la nieve con una pala, deseando tener dinero para comprar una máquina quitanieves como la de sus vecinos. Pero tendría suerte si podía comprarle a Gabi un par de regalos por Navidad. Su presupuesto era más que limitado, aunque se las arreglaba, y su hermana estaba más entusiasmada por las navidades de lo que hubiera creído posible unas semanas antes. Para sorpresa de Paula, a Gabi le encantaba retirar la nieve con la pala… Tal vez debería esperar hasta que su hermana volviese del colegio, pensó. Pero si esperaba mucho habría tantos centímetros de nieve que tardarían horas en limpiar el camino. Cuando terminó, le ardían los bíceps y empezaba a dolerle la espalda. Estaba dándose la vuelta cuando vio que un vehículo se acercaba a la casa. Y al comprobar que era un coche patrulla, de repente sintió tanto calor como en pleno mes de julio en Phoenix. Pedro bajó del coche y se dirigió hacia ella. Llevaba un anorak marrón y un sombrero Stetson y tenía un aspecto duro y atractivo. Ella, en cambio, se sentía horrible con su gorro de lana y su viejo abrigo, que no era tan efectivo como debería con ese tiempo. Cuando él sonrió, de repente sintió que le faltaba el aire y no era por el esfuerzo de apartar la nieve. No lo había visto desde que se encontraron en la tienda, casi una semana antes, aunque habíam visto el coche patrulla pasando por delante del Gulch varias veces. Parecía cansado, pensó, sintiendo una punzada de simpatía por su duro trabajo en beneficio de la buena gente de Pine Gulch.

—¿Necesitas que te eche una mano?

Debería decirle que no porque cada momento que pasaba con él la hacía ansiar más. Pero el camino era largo, la nieve pesada y ella era básicamente una débil mujer. O eso se dijo a sí misma.

—Mientras tengas una pala, desde luego.

Pedro sacó una pala del coche y se puso a apartar nieve sin decir nada más.

1 comentario: