miércoles, 8 de enero de 2020

Destino: Capítulo 48

Se aproximó a Paula con cautela y ella debió de sentirlo, porque levantó la cabeza con una sonrisa en los labios. Al verlo, se puso seria.

—Ah. Hola.

Él escondió a Apolo un poco más.

—Esto… hola. Siento molestarte, pero o mi tarjeta no funciona, o la puerta lateral está bloqueada. He intentado entrar por allí, pero no he conseguido que la luz se ponga verde.

—No te preocupes, te la arreglaré —le dijo ella en tono educado, formal.

—Me gustan los muebles nuevos —comentó Pedro.

—Gracias. Han llegado hoy. Estoy contenta con los colores. Deberíamos empezar a servir desayunos la semana que viene.

—Será un buen detalle con sus huéspedes.

—Eso pienso yo.

A Pedro no le gustó estar allí hablando de nimiedades. En el pasado lo habían compartido todo y echaba eso de menos. El perro gimió otra vez y Paula lo miró con curiosidad.

—Esto… Toma mi llave —le dijo él.

Ella la pasó por un lector y se la devolvió.

—Ahora ya debería funcionar, pero si no funciona, avísame.

—De acuerdo. Gracias. Buenas noches.

—Igualmente —le respondió ella.

Pedro se giró e iba a alejarse cuando Apolo ladró y asomó la cabeza. Paula lo miró sorprendida.

—¿Eso es…?

—Ah, ¿Esto? Ah. Sí. Creo que vas a tener que añadirlo a tu lista de clientes. Es Apolo.

Al oír su nombre, el perro salió completamente. Con las orejas tan grandes, parecía un cruce entre un lémur y un extraterrestre.

—Oh, es una monada.

Aquello sorprendió a Pedro. Paula no se había puesto a dar voces. Eso era una buena señal.

—Sí, supongo que sí. Y aunque no es el más masculino de los perros, al menos está bien.

—¿Es el que atropellaron el otro día?

—Sí.

Para sorpresa de Pedro, Paula le dió la vuelta al mostrador para verlo mejor. Él quitó la manta y le dejó ver el vendaje que el animal llevaba en la pata.

—Oh, qué gracioso —exclamó ella, acariciándolo—. ¿Qué tal está?

—Pues parece que ha tenido suerte. Debería recuperarse en un par de semanas, pero hay que vigilarlo para que no vuelva a hacerse daño. No puede estar con otros perros en el rancho porque suelen jugar de manera muy brusca, lo que plantea un problema.

—¿Qué problema?

—Que como es una época de mucho trabajo en el rancho, Luciana necesita que alguien lo vigile en otro sitio.

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