lunes, 20 de enero de 2020

Mi Bella Embustera: Capítulo 5

Gabi se levanto de la silla.

—Sí, es perfecto para aburrirme de muerte.

—Esconde el libro entre los de texto —le aconsejó Paula. A ella siempre le había funcionado durante su propia auto educación.

Suspirando, Gabi guardó el libro en la mochila, se puso el abrigo y salió del restaurante, abriendo el paraguas que Paula le había dado. Le habría gustado llevar a su hermana al colegio, pero sabía que no podía pedir quince minutos libres a esa hora de la mañana, especialmente cuando los Archuleta le habían hecho un gran favor contratándola sin referencias. Mientras limpiaba una mesa frente a la ventana, miraba a Gabi. Entre el paraguas y las botas rojas, la niña tenía un aspecto incongruentemente alegre en medio de aquel día tan gris. Pero no sabía qué iba a hacer con ella. Después de doce años separada de su madre había descubierto de repente que tenía una hermana de nueve años a la que no entendía. Gabi era antipática a veces, introspectiva y seria otras. En lugar de sentirse herida o traicionada cuando Alejandra la dejó con ella, la niña se negaba a abandonar la esperanza de que su madre volviese a buscarla. Pero estaba enfadada por las dos. Unos meses antes, había pensado que su vida iba de maravilla. Tenía su propia casa en Scottsdale, un trabajo como abogado que le encantaba, un buen círculo de amistades y salía con otro abogado con el que estaba apunto de comprometerse. Gracias a su trabajo y a sus sacrificios, tenía la seguridad que había anhelado a la edad de Gabi, siendo llevada caprichosamente de un lado a otro por una madre irresponsable y estafadora. Y entonces, un día de septiembre, Monica había vuelto a aparecer en su vida después de una década de silencio.

—El pedido —oyó la voz de Luis desde la barra.

Paula volvió a la realidad de su vida en ese momento: sin dinero, con su carrera destrozada y a punto de perder su licencia para ejercer como abogado. El hombre con el que salía había decidido que tantos problemas eran demasiado para él y la había dejado plantada. Además, se había visto obligada a vender su casa para solucionar los problemas de Alejandra y se veía obligada a vivir en un pueblo diminuto en Idaho, al cuidado de una niña de nueve años que querría estar en cualquier otro sitio. Y, para colmo de males, el sheriff de Pine Gulch se había fijado en ella. Suspiró mientras tomaba un menú. Las cosas no podían empeorar, ¿No? Aunque Pedro Alfonso era el hombre más apuesto que había visto en mucho tiempo, tendría que hacer lo posible para mantener las distancias. Por el momento, Gabi y ella tenían un sitio en el que vivir y el salario y las propinas en el restaurante le permitirían comprar comida y pagar las facturas. Pero estaban pendiendo de un hilo y el sheriff Alfonso  parecía el tipo de hombre que podría aparecer con un par de tijeras para cortarlo.

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