miércoles, 8 de enero de 2020

Destino: Capítulo 49

No añadió que su hermana lo había chantajeado para que asumiese él esa responsabilidad diciéndole que ella lo había avisado de la visita de Paula y de sus hijos.

—Así que tengo que preguntarte si te importa que lo tenga aquí conmigo. La mayor parte del tiempo estará en el parque de bomberos o en mi camioneta, pero pasará aquí las noches que no tenga que trabajar.

Ella tomó la cabeza del animal con la mano.

—Tendría que ser la mujer más fría del mundo para decirle que no a esta carita.

Pedro pensó que le debía otra cosa más a su hermana. Jamás se habría imaginado que conseguiría llegar al corazón de Paula a través de un animal herido. Ella, como si de repente se hubiese dado cuenta de lo cerca que estaban, retrocedió. El animal gimoteó y Pedro deseó imitarlo.

—Se aceptan animales en el hostal —dijo Paula—. Solemos cobrar una fianza de cien dólares por si causan desperfectos, pero, dadas las circunstancias, no será necesario.

—Intentaré que no haga ruido. Parece que se porta bien. Me pregunto por qué lo han abandonado.

—Tal vez se haya escapado.

—Sí, eso es lo más lógico, pero no tenía collar. Y Luciana lo ha comprobado, nadie ha denunciado su desaparición.

—¿Y qué va a pasar con él cuando esté curado? —preguntó Paula.

—Es probable que Luciana le busque un hogar. Yo solo lo voy a cuidar unos días.

—¿Y te lo puedes llevar al trabajo?

—Soy el jefe, ¿Quién me va a decir que no lo haga?

Ella arqueó una ceja.

—No sé. Tal vez el alcalde.

Él se echó a reír.

—Esto es Pine Gulch —le dijo—. No damos importancia a esas cosas. Además, van a ser solo unos días. Siempre podríamos nombrarlo nuestra mascota. Apolo, el Perro Bombero.

El animal giró las orejas hacia delante, como si estuviese dispuesto a aceptar un nuevo reto.

—Te gusta cómo suena, ¿eh? —le dijo él, rascándole las orejas.

El animal lo miró con adoración y cuando Pedro levantó la vista y la cruzó con la de Paula, ésta se ruborizó y apartó la suya.

—Yo creo que no va a ladrar mucho, pero intentaré que no moleste a los demás huéspedes.

—Gracias. Aunque en realidad no hay nadie en las habitaciones contiguas a la tuya —comentó ella, un tanto decepcionada.

—La cosa mejorará en verano —le aseguró él.

—Eso espero. El hostal no tiene precisamente prestigio. Mi madre hizo lo que pudo después de la muerte de mi padre, pero me temo que el negocio ha ido a peor.

—Dale algo de tiempo. Solo llevas un par de semanas en casa.

Paula suspiró.

—Lo sé, pero cuando pienso en todo el trabajo que nos va a costar hacerlo remontar, me entran ganas de llorar.

—Si alguien puede hacerlo, tú eres la persona perfecta. Tienes un título en Administración de Empresas y mucha experiencia. Debería ser pan comido para tí.

Ella sonrió de medio lado, pero al menos sonrió. Pedro tomó aire y deseó poder dejar al perro y abrazar a Paula.

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