lunes, 13 de enero de 2020

Destino: Capítulo 57

A Pedro se le rompió el corazón al oír aquello. Paula no podía ser más clara. Tomó aire. Aquello era demasiado, después del horrible día que había tenido, e hizo que se sintiese completamente destrozado. La miró fijamente y se dió cuenta de la verdad. La quería. Paula y su familia eran su vida, su corazón. Quería estar siempre con ellos… y ella solo quería que se marchase. Se sintió perdido y deseó gritarle, discutir con ella, jurar y decirle que estaba siendo irracional. Él no era el mismo que una década antes. ¿No se daba cuenta? Por aquel entonces había tenido solo veinticuatro años, había sido un chico estúpido. Sí, había tardado diez años en darse cuenta de las cosas, pero por fin sabía lo que quería en la vida. Estaba dispuesto a comprometerse con ella y con sus hijos. Quería lo que David había encontrado con Brenda. Lo había tenido y lo había dejado escapar, y la pérdida nunca le había dolido tanto como en esos momentos. ¿Qué más daba que hubiese cambiado? Paula no quería arriesgarse a volver a sufrir y él no sabía cómo convencerla. Ella tenía razón, le había dado la espalda justo cuando más la había necesitado. Eso no se lo podía discutir, ni podía cambiarlo. No sabía cómo demostrarle que había cambiado y que la necesitaba para llegar a convertirse en el hombre que quería ser. Estaba dispuesto a sacrificarlo todo para cuidar de ella y de sus hijos y no sabía cómo demostrárselo.

—Paula… —empezó, pero ella negó con la cabeza.

—Lo siento. No soy… lo suficientemente fuerte para volver a pasar por todo esto otra vez.

La tristeza de su rostro le rompió el corazón, sobre todo, porque sabía que él tenía la culpa. Paula lo miró por última vez y luego salió de la habitación, dejándolo solo. Pedro se quedó allí un rato más, de pie, en medio de la habitación, intentando asimilar su pérdida otra vez. ¿Qué iba a hacer? Ya no podía quedarse en el hostal. Ella no lo quería allí y él no estaba seguro de poder conformarse con saludarla educadamente cuando la viese en recepción. Había acabado con los trabajos de carpintería que Jan le había pedido que hiciese y, por otra parte, su propia casa estaba terminada. Solo quedaban algunos detalles sin importancia por finalizar, así que no tenía ninguna excusa para seguir allí. Tenía que marcharse, aunque la idea de alejarse de ella, y de Agustín y Sofía, le hiciese sentirse vacío. Diez años antes se había quedado destrozado al perderla. Y tenía la sospecha de que aquel dolor no había sido nada comparado con el que iba a sentir al volver a perderla en esos momentos.

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