viernes, 10 de enero de 2020

Destino: Capítulo 52

Paula suspiró y tomó la pequeña mano de su hijo.

—Cariño, no sé si es el mejor momento para que tengamos un perro. Lo siento. Ahora mismo no puedo decirte ni que sí ni que no. Tengo que pensarlo antes de tomar una decisión, pero no te hagas ilusiones, ¿De acuerdo?

Pero Agustín siguió mirando por la ventana embelesado, como si no la hubiese oído. Ella pensó que podía ser peor. Al parecer, el perro estaba bastante bien educado, era cariñoso y no iba a crecer mucho más. Pero también se dijo que aquella era la especialidad de Pedro Alfonso, convencer a la gente para que hiciese cosas que, de otra manera, ni siquiera habría considerado. Ella era demasiado inteligente para volver a caer en su trampa. O, al menos, eso fue lo que se dijo a sí misma.


Aproximadamente una semana después, Paula puso la colcha nueva en la habitación que había resultado dañada por el incendio y luego retrocedió para estudiar su trabajo. No estaba mal. Se sentía especialmente orgullosa de las paredes, que había pintado ella misma. Se habría ahorrado mucho tiempo y esfuerzo contratando a alguien, por supuesto, y la idea de tener que pintar el resto de las habitaciones le causaba desaliento, le dolía la espalda solo de pensarlo. Por otra parte, aquella había sido su idea para darle vida al viejo hostal y el presupuesto era limitado a pesar del trabajo gratuito de Pedro durante las últimas semanas. Tardaría más o menos un mes en terminar el resto de las habitaciones, pero se ahorraría varios miles de dólares que podría invertir en mejorar otras instalaciones del hostal. Pretendía que todas las habitaciones tuviesen su propio encanto y fuesen únicas. Y aquel era un buen comienzo. La habitación era acogedora y bonita, y estaba deseando alquilarla. Pasó una mano por el marco de la ventana.

—Vaya, ha quedado increíble.

Se giró al oír la voz desde la puerta y encontró a Pedro apoyado en el marco. Parecía cansado. Le había empezado a salir barba y tenía ojeras. Cansado, no, agotado. Como si se hubiese detenido allí porque no podía seguir andando hasta su habitación.

—Es increíble lo que cambia una habitación con una mano de pintura y un poco de amor, ¿Verdad? —respondió ella, preocupada al verlo así.

—Estoy completamente de acuerdo. Me alojaría aquí sin pensarlo.

—Ya te estás alojando aquí. Bueno, no en esta habitación, pero sí en el hostal.

—A juzgar por cómo te ha quedado esta habitación, el resto va a quedar precioso cuando lo termines. La gente se va a pegar por alojarse aquí.

—Eso espero —admitió ella sonriendo.

Eso era lo que ella quería. Hacer que el hostal resurgiese.

—¿Cuándo duermes? —le preguntó Pedro.

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